PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Pío XI y Mussolini pactaron en 1929
Mussolini supo cortejar a la Iglesia: el crucifijo apareció de nuevo en las escuelas y los tribunales; se legisló contra el divorcio y la blasfemia; regresaron los capellanes castrenses.
En los inicios de los 1920, Pío XI dijo de Mussolini: “...Un hombre como este con quien la Providencia ha hecho encontrarnos” (Giacomo Martina, 1974, IV. 151 y ss).
Desde septiembre de 1870, desde que Roma cayó bajo el poder del flamante reino de Italia, Pío XI y sucesores se habían considerado “los prisioneros del Vaticano”, en otoño de 1926 se iniciaron las negociaciones y el 11 de febrero de 1929 se firmaron los llamados Pactos Lateranenses que regulaban la situación de la Iglesia en Italia.
La Iglesia obtuvo la enseñanza de la religión en todas las escuelas medias, no en la universidad.
La católica sería la única religión reconocida por el Estado italiano.
Los eclesiásticos quedaban exentos del servicio militar y recibirían un trato jurídico especial.
El Estado italiano le garantizaba a la Sana Sede plena libertad para organizar cónclaves y concilios.
Así mismo, indemnizaba a laSanta Sede por las propiedades confiscadas en 1870. Los pactos lateranenses fueron en general bien recibidos, no así el concordato con Mussolini, precursor del firmado con Hitler. Pío XI firmaría 18 concordatos, pero son estos dos que se recuerdan.
En sus investigaciones históricas, Pío XI había mostrado un equilibrio admirable, pero en política y religión “… no llegó nunca a comprender y aceptar internamente la noción del Estado secularizado, como lo confirma, entre otras cosas, su introducción de la fiesta de Cristo Rey en 1925.
La proclamada soberanía de Cristo en todos los ámbitos no solo impedía a la iglesia dar cualquier paso atrás en dirección a “la sacristía”, sino que la imposibilitaba para hacersela idea de que el orden público y civil debía regirse por otras normas que las de la Iglesia. Esto representó sin duda una fuerza contra las ideologías no cristianas y los regímenes totalitarios, pero también alienó hasta cierto punto a la Iglesia de sistemas políticos basados en el moderno concepto de libertad” (Schatz, 1992, pág. 164).