El dedo en el gatillo
Periodistas para siempre (y final)

En estos quince años del programa de pasantía, los Periodistas por un Año del Listín aprendieron a controlar su ego. No a tirarlo al olvido, porque el ego no es dañino cuando se puede controlar. Aprendieron a esconderlo y a sacarlo solo cuando alguien intentara restregarles dudosas cátredas de sabiduría. Casi todos los 209 pasants del Listín aprendieron esa lección de carácter. Los que no lo hicieron son pocos. Tienen y tendrán problemas para ejercer la profesión en un país para todos dividido, donde cada cual considera su verdad como la única posible.
Si de algo me puedo sentir como un caracol movido por sus propias recompensas es de hacerles entender que carácter y ego son dos cosas distintas. Una historia escrita o dicha en voz de sus protagonistas, armada como un reportaje de fondo o como una crónica del mundo en que vivimos, señorea la experiencia y la mirada del comunicador. Logré algo de eso en esos jóvenes, algunos de los cuales, hacen periodismo fuera del país para no dejarse tentar por los altos salarios de los organismos públicos, ni por perder su tiempo luchando contracorriente en los medios nacionales donde los recursos se alejan cada vez más de quienes realizan los mejores esfuerzos.
Fue alentandor enseñar y, a la vez, ilustrar a esa juventud de estos problemas que solo nacen cuando el país carece de una institución profesional que los defienda y los prepare mejor de lo que son.
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