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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

El camino del vago

¿Te consideras una persona vaga? Difícil­mente pensa­rás eso de ti, porque todos tenemos la mejor de las opiniones cuando se trata de no­sotros mismos y quere­mos presentar la mejor imagen que nos permi­ta acreditarnos positiva­mente en este mundo de competencia en el que vi­vimos.

Yo no creo que tú seas de aquellas personas que preguntan si tendrán que subir al cielo, o los ven­drán a buscar.

La haraganería es una tentación permanente y descuidarse en este ren­glón significa echarse a dormir y negarse a tomar cualquier iniciativa que permita un avance per­sonal y comunitario.

El ser humano tiene como meta emprender nuevas aventuras que le permitan crecer y ayudar a los demás a desarro­llarse, rompiendo todo obstáculo material o es­piritual que se interpon­ga.

Para eso es necesario mucha disciplina y capa­cidad de aprendizaje de las propias experiencias y de la de los demás.

Todos nacemos con la capacidad de aprender, pero ese aprendizaje no se da si no hay un esfuer­zo personal y colectivo que permita romper con las mañoserías a las que estamos apegados y que nos impiden abrirnos a un mundo de aventuras del cual sólo Dios conoce los límites.

Ser bruto y conten­tarse con serlo, significa menospreciar las capa­cidades que hemos re­cibido y que lamenta­blemente no ponemos a fructificar para bien pro­pio y colectivo.

El camino del vago que está consciente de serlo está cerrado y no lleva a conclusiones po­sitivas. Para no ser va­gos hay que salirse del montón, porque donde quiera podemos encon­trar este tipo de perso­nas.

Algunas lo son por ne­cesidad, otras por fal­ta de acompañamien­to, incluso algunas por falta de diligencia o por aptitudes no desarrolla­das por quienes tienen el compromiso de multipli­car las pocas o muchas facultades que nos ha da­do la naturaleza.

Cuando éramos ni­ños, nuestros deseos y proyectos eran limita­dos, en la medida que fuimos creciendo y com­prendiendo un poco me­jor el misterio de la vida, se fueron expandiendo nuestros anhelos de sa­ber más, de aportar más al crecimiento comu­nitario y de desarrollar nuestras capacidades de acuerdo a los avances de la tecnología.

A los que se apartan del camino del vago, se les abren nuevas puer­tas de un mundo jamás sospechado y deslum­brante.

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