POLÍTICA Y CULTURA
Historia circular versus historia en espiral
Evidentemente se han producido cambios sensibles en la cultura política predominante, a la luz de permutas sustanciales de políticas de Poder, que implican remoción del concepto de la historia en espiral.
Esto envuelve la necesidad de un debate profundo, que nos permita abordar la crisis social que vive la humanidad, entrelazada a fenómenos graves de medio ambiente, calentamiento global, contaminación de los mares, entre otros. Las injusticias sociales siguen a la orden del día. Todo el sistema polivalente de dominación, prolonga su hegemonía, sobre la base de las más disimiles formaciones y alianzas políticas regionales, religiosas y culturales. El mundo que emergió sobre los restos fuliginosos de la Segunda Guerra Mundial, ya no es más que el reflejo de un tiempo datado por la polarización de bloques hegemónicos. Ese mundo quedó atrás. Era entonces la lucha entre “el mundo que nace y el mundo que muere”. Sus últimos cartuchos fueron disparados en el “Mayo francés del 68” y en la caída del comandante Guevara en las selvas bolivianas. El sorprendente arribo del fanatismo religioso, cuyas jornadas lóbregas en el Medioevo retuvieron el desarrollo humano, se consolida hoy a nivel de políticas de Estado en el Medio Oriente y en Asia, atizado por mandatos mágicos de fieles, profundamente entroncados en la siquis comprometida de la búsqueda existencial primaria, convirtiendo jornadas sangrientas en mandatos superiores de purificación y escogencia de eternidad.
Las hordas que exterminan poblaciones bajo una oblación perversa de purificación y de terrorismo, no tienen sesera ni espectros suficientes para insuflar el amor como sistema de convivencia.
A este panorama de insuficiencia moral se unen la tecnología, los logros científicos y cibernéticos más espectaculares. La llamada “era digital” ha incorporado a millones de seres a un progreso real, cuantificable, pero ciego, sin subordinación ética.
El resultado no es la libertad sino el libertinaje, la impudicia más severa, la sordidez desafiante, el concepto de la libertad como desenfreno y desacato a los convenios estatuidos como reglas, para garantizar el respeto y la distancia necesaria de la moral pública, la democracia como mojiganga. El animal primordial que somos, recupera su accionar perverso bajo la idea de que todo está permitido, el lenguaje ríspido se sustenta en la capitulación de toda exigencia de gramática y contenido. La reflexión que requerimos es rehacer el pensamiento humano desde una perspectiva diferente.
Escribir de nuevo la historia. ¿Qué ha pasado? El ser humano convalidando las etapas del desarrollo económico no ha podido trasformar sus egoísmos y forjar una criatura superior, la sigue buscando en los cielos como resignación y penitencia. Al perder la utopía como renacimiento, perdió la fe en su propia capacidad de crear mundos superiores, y asumió la lenidad de saciar sus instintos, que lo ha convertido en máquina de producir, dándole al egocentrismo su trono de avaricia. Los valores de la justicia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, proclamados una y otra vez por las doctrinas del bien, no tienen caducidad. Reitero que es necesario convocar la reflexión crítica sobre el rumbo ciego de este tiempo, regresar a los valores primigenios y salvarnos del caos moral que nos asedia, o sea, escapar de la historia circular y optar por la historia en espiral.