EN LA RUTA
Brutalidad
La muerte a tiros este fin de semana de la arquitecta Lesley Rosado a manos del cabo policial Janli Disla Batista, desnuda una serie de realidades que hacen insoslayable una reforma a la institución del orden público. Y es que, si bien es cierto que las responsabilidades son individuales y la mala acción de una persona no debería comprometer a todo un conglomerado, lo acontecido el sábado en Boca Chica deja muy mal parada a la Policía Nacional (PN), y más en específico, a la formación de sus miembros. Las pesquisas preliminares, y avaladas por la fiscalía del municipio Santo Domingo Este, muestran una conducta salvaje y brutalmente desbordada del cabo, muy impropia de alguien que se supone debería poseer niveles mínimos de manejo de inteligencia emocional, control y entrenamiento ante situaciones extremas. Pero no, y a contrapelo de la coartada que Disla Batista esgrime, basadas en un accidente de tránsito y de un solo disparo intencional, las evidencias indican una persecución a tiros y luego la ejecución fría de Rosado y del bebé que llevaba en su vientre ante los aterrados ojos de su hija menor de edad, que iba a su lado en la jeepeta. Definitivamente la PN debe revisar su recurso humano y ser más rigurosa con el perfil mental de los que ingresan, así como con el seguimiento psicológico de los que están porque no es verdad que en solo 6 meses se puede preparar adecuadamente a una persona, muchas veces con todo un fardo de trastornos, frustraciones, complejos y resentimientos no resueltos, para enviarla, con un arma de fuego a las calles, a poner en riesgo a la ciudadanía.