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EL INFORME OPPENHEIMER

Lo bueno y lo malo del discurso de Biden en la ONU

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ANDRÉS OPPENHEIMERSanto Domingo, RD

El presidente Joe Biden merece un aplauso por haber mencio­nado a Cuba y Venezuela como algunos de los países más autoritarios del mundo en su discurso ante la Asamblea General de las Na­ciones Unidas. Era una refe­rencia muy necesaria, aunque debería haber sido más con­tundente, y agregar a Nicara­gua a su lista.

En su primer discurso ante las Naciones Unidas como pre­sidente el martes, Biden dedi­có gran parte de su discurso a enfatizar que apoyará la demo­cracia y los derechos humanos en todo el mundo.

“El futuro pertenece a quie­nes le dan a su pueblo la capa­cidad de respirar libremente”, dijo. “Los autoritarios del mun­do quieren proclamar el fin de la era de la democracia, pero se equivocan”.

Agregó que “el mundo de­mocrático está en todas par­tes: vive en los activistas contra la corrupción, en los defenso­res de los derechos humanos, en los periodistas, en los mani­festantes por la paz, en quienes están en la primera línea de la lucha en Bielorrusia, Birmania, Siria, Cuba, Venezuela y en to­das partes”. La breve mención a Cuba y Venezuela puede pa­recer inocua, pero significa mucho. Es un mensaje de que Estados Unidos no está igno­rando a los casi 500 cubanos que permanecen en prisión o bajo arresto domiciliario luego de las masivas protestas anti­gubernamentales del 11 de ju­lio en la isla, ni es indiferente a las víctimas de la represión po­lítica en Venezuela.

Para ponerlo en contexto, el expresidente Donald Trump también mencionó a Cuba y Venezuela en su discurso del año pasado ante la ONU. Pero el expresidente Barack Obama no había mencionado la pala­bra “Venezuela” en sus dos úl­timos discursos anuales ante la ONU. Asimismo, Biden mere­ce crédito por el mensaje gene­ral de su discurso, que enfatizó el regreso de Estados Unidos al multilateralismo después de cuatro años del peligroso aisla­cionismo populista de Trump.

Biden afirmó con razón que, ya sea en la lucha con­tra la pandemia de Covid-19 o el cambio climático, “nues­tro propio éxito está ligado al éxito de demás”, y que bajo su gobierno Estados Unidos ha regresado al Acuerdo Climáti­co de París, a la Organización Mundial de la Salud y a otras instituciones internacionales fundamentales para combatir los desafíos globales.

Pero Biden debería haber si­do más explícito sobre los abu­sos de Cuba y Venezuela, y debería haber incluido a Nica­ragua en su lista de dictaduras.

¿Por qué mencionó países como Birmania, Afganistán, Camerún y Sudán, y no Ni­caragua? A menos que algún asistente ignorante haya elimi­nado la palabra “Nicaragua” de su discurso a último mo­mento por razones de ahorro de espacio, no hay explicación para la ausencia de Nicaragua allí. En relación con su pobla­ción, Nicaragua es quizás el peor abusador de derechos hu­manos del continente. Más de 300 nicaragüenses murieron y 2,000 resultaron heridos por la policía y matones paramilita­res en las protestas antiguber­namentales de 2018, según la organización Human Rights Watch. Biden también debe­ría haber dedicado al menos un párrafo a la crisis venezo­lana. El desastre económico y político de Venezuela ha resultado en casi 6 millones de refugiados y migrantes en los últimos años, casi tan­tos como la crisis de refugia­dos sirios. Eso está agotando los recursos de los vecinos de Venezuela y amenaza con desestabilizar toda la re­gión. El presidente colombia­no Iván Duque, quien habló poco después de Biden en la Asamblea General, fue mu­cho más explícito sobre Vene­zuela. En su discurso, Duque se refirió a Venezuela como una “narcodictadura” y dijo que las conversaciones actua­les entre el dictador venezola­no Nicolás Maduro y la opo­sición serán inútiles a menos que conduzcan a elecciones presidenciales “libres, transpa­rentes y con una minuciosa ob­servación internacional“.

Biden debería haber inclui­do una línea similar, que ha­bría ayudado a presionar a Maduro en un momento crí­tico en las negociaciones con la oposición. En resumen, el multilateralismo de Biden es un gran progreso sobre el po­pulismo narcisista de Trump, cuyas diatribas verbales con­tra Cuba y Venezuela eran so­cavadas por los propios abra­zos del expresidente a los dictadores de Corea del Nor­te, Rusia y otros países.

Pero Biden necesita ur­gentemente a alguien en su gabinete que se interese por América Latina, y que le re­cuerde que también le debe prestar atención a su propio vecindario.

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