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AGENDA SOCIAL

En busca de la salud mental

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Margarita CedeñoSanto Domingo

Yuval Noah Ha­rari ha escri­to algunas de las obras más destacadas de este siglo. En una de ellas ha­bla del futuro de la humani­dad y resaltar que, al superar muchos de los retos y obstá­culos que aún persisten en nuestras sociedades, los se­res humanos nos concentra­remos en la búsqueda de tres objetivos fundamentales: la felicidad perpetua, vivir la mayor cantidad de años po­sibles y disfrutar de juventud constante, mientras estemos vivos.

Pero la catástrofe que ha sido la pandemia del CO­VID-19, a nuestro parecer, coloca en la lista de priori­dades un tema que siempre hemos considerado impor­tante, aunque por diversas razones no ha ocupado un espacio en la lista de priori­dades de las políticas públi­cas. Nos referimos a la salud mental.

Antes de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud había reportado que 264 millones de per­sonas en el mundo sufrían de depresión, que alrede­dor de la mitad de los tras­tornos mentales empiezan a partir de los 14 años y el suicidio es la segunda cau­sa de muerte entre los jóve­nes de 15 a 29 años. Sin du­das, la salud mental es una de las esferas más desaten­didas de la salud.

Si bien es cierto que Yu­val Noah Harari habla de la búsqueda de la felicidad co­mo propósito de la humani­dad, enfocarlo solo desde ese punto de vista podría dejar de lado una parte sus­tancial del problema, que es el problema médico y las realidades psicosocia­les que han generado esta emergencia de salud públi­ca de importancia interna­cional.

Un evento de la magni­tud de la pandemia del CO­VID-19 generan un grado de estrés importante, que se tra­duce en un factor de riesgo que genera mayores trastor­nos mentales, neurológicos y por consumo de sustan­cias psicoactivas, en especial entre los grupos más vul­nerables. Para enfrentar­lo, no solo se requiere una respuesta desde el punto de vista de apoyo a la po­blación, sino también del acceso a insumos, herra­mientas, medicamentos, programas de protección social y la articulación en­tre los actores públicos.

Esta década debe ser la de la búsqueda de la salud mental, porque el confina­miento dejó marcas contun­dentes en toda la población, generando que 1 de cada 2 jóvenes sintiera menos moti­vación para realizar activida­des, 1 de cada 3 sufriera an­siedad y un 15% reportara depresión.

Todos podemos estar de acuerdo en que hay una ne­cesidad de actuar en relación con la salud mental, tanto para minimizar las conse­cuencias de un año y medio de una crisis sin precedentes, como para atender las situa­ciones que ya existían antes de la pandemia.

Lidiar con la pérdida de un ser querido, sobreponer­se a la incertidumbre que genera la situación del CO­VID-19, enfrentar los retos económicos que traen las cri­sis de esta naturaleza o sim­plemente tener que adaptar­se a un nuevo estilo de vida, son solamente algunas de las situaciones que pueden tra­ducirse en el deterioro de la salud mental.

Muchas veces lo vemos a diario a nuestro alrede­dor, pero pasa desapercibi­do por la falta de informa­ción. Sin embargo, el país y sus políticas públicas deben enfrentar el reto de la salud mental a tiempo, antes de que sea una nueva pande­mia.

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