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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Suicidio, a cualquiera le llega un 4 de julio

El pasado viernes 10 de septiembre se conmemoró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, un problema históricamente ignorado por los gobiernos, pese a su incidencia en cualquier extracto de la sociedad.

Sigue siendo un tema rodeado de estigma, tabúes y mitos en el que solo reparamos cuando lo vivimos en carne propia.

La fecha ha sido aprovechada nueva vez por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para advertir que la pandemia por el Covid-19 ha exacerbado los factores de riesgo asociados a las conductas suicidas y por tanto llama a priorizar en su prevención.

Es un clamor que se repite año tras año para la fecha, sin que los gobiernos y sociedades entiendan, tal y como plantea el organismo de Naciones Unidas, que se trata de “un problema de salud pública urgente y su prevención debe ser una prioridad nacional”.

En el país se han registrado en la última década un promedio de 550 suicidios por año, una cifra que a pocos impresiona, a menos que esté envuelta una figura prominente de la sociedad, como ocurrió el 4 de julio de 1982, cuando se quitó la vida en pleno ejercicio el presidente de la República, Antonio Guzmán Fernández, agobiado por una severa depresión.

Precisamente la depresión es la principal causa de suicidios en el país y el mundo, aunque una persona bajo esa condición da señales que permiten identificarla y prevenir sus efectos tan dañinos.

El entorno no sólo ignora al depresivo, especialmente cuando han habido algunos intentos fallidos de quitarse la vida, sino que muchas veces también contribuye a exacerbar los pensamientos suicidas en lugar de calmarlos.

El detonante puede ser un problema económico, de salud, traumas, un conflicto familiar o un trastorno mental, a lo que se suman ahora los efectos de esta prolongada pandemia, pero hay señales que el depresivo emite que jamás deben asumirse como chantaje o un deseo de llamar la atención.

Según la OPS, entre los jóvenes de 15 a 29 años, el suicidio ha sido la cuarta causa de muerte a nivel mundial, después de los accidentes de tráfico, la tuberculosis y la violencia interpersonal. Un total de 97,339 personas murieron en 2019 por suicidio en las Américas y se estima que los intentos de concretizarlos pueden haber sido 20 veces esa cifra.

"Crear esperanza a través de la acción” es el tema de este año del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, a lo que se suma una guía con cuatro intervenciones claves titulada “Vivir la vida”, lanzada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para evitarlo en todo el mundo. Perder a un ser querido por suicidio es devastador, pero mucho más cuando el desenlace llega de manera inesperada.

La mayoría de los suicidios están precedidos de señales verbales y conductuales que pasan desapercibidas, como expresar que la vida no tiene sentido, cambiar hábitos y comportamientos, hacer preparativos para después de la muerte, perder interés por lo que antes apasionaba, sentirse vacío, ansioso, agitado, airado y triste, así como manifestar dolores físicos y emocionales.

Se requieren estrategias multisectoriales que involucren a toda la sociedad y el gobierno en la solución de un problema que se puede prevenir.

Los profesionales de la conducta sugieren mitigar los factores de riesgo, limitar el acceso a medios para llevarlo a cabo y practicar la empatía sin juzgar. Sigue siendo una tarea pendiente acercar la asistencia en salud mental a las comunidades, llevando esos servicios a las unidades de atención primaria.

Y lo más importante, no minimizar el problema porque aún no toca a tu puerta. A cualquiera le puede llegar un 4 de julio.

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