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¡Maldita delincuencia!

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Tomás Aquino MéndezSanto Domingo

“La alegría es posible hasta en medio de las dificultades, porque en la medida que usted está alegre Dios se siente también alegre. En la manera que usted acepta las cosas de Dios, Dios se siente satisfecho”. Con esa expresión, dicha en medio de su última animación festiva, pareció despedirse mi hermano Manuel Méndez –Many-. Así era él. Bonachón, confiado. Alguien que quería y se daba a querer. Que daba y se ganaba la confianza de aquel que estaba cerca, con apenas unos minutos de conocerlo ¿Por qué alguien querría hacerle daño a una persona como él o porque quitarle la vida? Son de las interrogantes sin respuestas. Manuel Méndez –Many- era un bohemio. Amante de la vida. Entregado a su familia. Orgulloso de sus hijos, de su madre, de sus hermanos. Se entregaba al trabajo, pero no se amarraba de él. Siempre confiaba en que si perdía uno, otro aparecía, “porque el hombre que trabaja hermano, siempre tendrá un lugar donde levantar el peso para alimentarse”, decía ¿Cómo una persona así encuentra la muerte a manos de desaprensivos, luego de salir, precisamente de trabajar honradamente? Sus primeros pasos en la locución los dio en su pueblo natal, mi pueblo: Tamayo. Allí laboró durante años en la emisora de la Iglesia Católica, Radio Enriquillo. Dejó su lar nativo y vino a buscar otros rumbos a la ciudad de Santo Domingo, encontrando de inmediato espacio en Radio Cordillera, como locutor de noticias, en Radio Guarachita, vanguardia de la música que más le gustaba, La bachata. También tuvo espacios en canales de televisión y llegó a lo que más lo apasionaba, la maestría de ceremonia y el entretenimiento en fiestas de discotecas, bares, restaurantes. Estaba allí donde había alegría y se podía producir dinero honestamente. Si Dios se lo permite, de seguro allí también se dedicará a alegrar, a entretener y a hacer amigos. Así era Manuel -Many- Méndez. Pero unas DESGRACIADOS le impidieron seguir estando físicamente entre nosotros. Confiamos que habrá justicia terrenal para él, porque sabemos que el altísimo si la hará más temprano que tarde. ¡Descansa en paz hermano!

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