Opinión

ORLANDO DICE

Hércules y Luis

Habrá que volver sobre la historia de Hér­cules y sus doce trabajos para entrever las posibilidades de que el presidente Luis Abi­nader tenga éxito con sus doce reformas.

Las iniciativas no son todas suyas, aun­que sea quien las agrupa y presenta como paquete, pues se trata de la agenda pen­diente de los gobiernos por año.

Tampoco puede realizarlas por sus pro­pios medios, de manera administrativa, ya que deberán ser conocidas y aprobadas en las instancias debidas.

Las cámaras, por ejemplo.

El anuncio del pasado miércoles no pa­sa de enunciado y faltan los detalles y el or­den, y no será cosa de una semana, ni de un mes, ni de un año, si se va a convocar al liderazgo del país.

Los sectores, y no solo políticos, sino so­ciales y económicos, no son de fácil aveni­miento, por lo que la tarea ni siquiera co­mienza.

Dicen que arrancaría en septiembre con la Fiscal, y hasta se garantiza que dicha re­forma tendrá lugar en lo que falta de año.

Claro que un decir, pues el tiempo no da ni para un paño con pasta que saca brillo al zapato, pero no lo limpia como se necesita para una exhibición de baile en pista.

Mucho amagar y no dar, demasiado manoseo, con un tema del que se cono­cen hasta los viecesitos. El problema es qué grupo carga con el peso: si de abajo, del medio o de arriba.

La Constitucional todavía peor, y no porque no se sepa modificar (con 39 ve­ces), sino porque engrifa la sociedad, en es­pecial su núcleo político.

No es verdad que se va a convocar la Asamblea Nacional para que decida sobre un solo punto: la independencia del minis­terio Público.

Una vez se plantee el caso, o se reúnan los concernidos, aparecerán las dagas y unos querrán cortar por aquí y los demás por allá.

El quid pro quo no se dejará esperar y la negociación se asumirá artera. Sobre la mesa habrá de poner lo que está dispuesto a conceder, y de su generosidad dependerá el entendimiento.

Los asuntos son tantos que los riesgos serán mayores.

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