ORLANDO DICE...
Delirio múltiple
Un ocurrente proclamó en un parque sin bancos que “todos los extremos son malos”, sin que fuera claro el propósito.
El gobierno va celebrando su primer año y el ánimo de la gente no es igual, diferencia propia de una democracia.
Aunque se peca de mezquindad y de exageración, haciendo difícil apreciar en justicia la obra de la presente administración.
El error es de bulto y se ve a leguas.
Unos juzgan los doce meses de Luis Abinader en la Presidencia como si fueran los ocho de Danilo Medina, o los ocho últimos de Leonel Fernández.
Un exceso evidente.
El tiempo no hace, hace la voluntad, pero no puede negarse que en 48 o 96 meses se haría más que en 12. Y eso no hay que preguntarlo, cae por su propio peso.
A la inversa podría decirse que tampoco 12 meses es un lapso suficiente para cambiar un país, corregir sus males y colocarlo en un trayecto distinto.
Como piensa y promueve el oficialismo que canta maravillas de su corta experiencia de Estado, de su gestión de poder.
La lista de iniciativas, vista en el papel, es más que sorprendente, pero se sabe que del dicho al hecho hay tremendo trecho.
Contaminado de lado y lado, con tanta hojarasca de por medio, se hace incómodo pero no imposible distinguir en el bosque, apreciar las ejecutorias de un año.
Puede pensarse que la circunstancia no fue la mejor, con la inoportuna pandemia, o situaciones contingentes como el alza de precios de insumos y productos. La inflación nunca toca la puerta, entra, y se conocen sus efectos.
Ahora llega por asalto la peste porcina, y por si fueren necesario más males, el pollo.
Condiciones calamitosas, difíciles de superar y para echar por tierra el espíritu de cualquier gobierno, nuevo o viejo. Las intenciones, ya se sabe, no son suficientes.
Aunque el régimen no se arredra y juega a los milagros, como la de una economía trabajando a medio brazo que produce más que con brazo entero.
Importa por el momento el temple, lo demás llegará por añadidura.