Haití en su encrucijada

Haití, convulsionado al límite por el brutal asesinato a tiros de su presidente, parece tener una nueva oportunidad de reducir las tensiones políticas y frenar el camino al caos generalizado.

No creo que la instalación de un sistema de ‘gobierno formal’ o ‘formalizado’ represente la solución definitiva al difícil esquema que acusa Haití, pero por lo menos identifica figuras dispuestas a asumir el reto de iniciar el camino que evite la disolución total de lo que ya es un ‘estado fallido’.

El asesinato de Jovenel Moïse fue el atrevimiento y el mayor desafío a que han llegado los grupos de presión que mantienen a Haití en un estado de guerra interno, signado por la fuerza violenta de las pandillas que dominan las calles, las conspiraciones constantes de sectores del poder económico y la ambición de políticos de todo género, enemigos entre sí pero en ocasiones compañeros de andanzas. Abrigamos tímidas esperanzas de que la atención, nueva vez, de la comunidad internacional, de organismos como ONU, OEA, Comunidad Europea, tras lo ocurrido a partir del episodio de violencia extrema del 7 de julio, unirán esfuerzos, no hipócritas y mediáticos, que provocarán algún el giro en la crisis permanente de Haití. Nos hacemos la ilusión de que esas presiones de ‘ordenamiento institucional’ iniciada, constituya el inicio de un proceso de cambios político, económico y social. Algo complejo, difícil, de largo plazo, pero no totalmente imposible.

Hoy solo nos resta esperar, atentos al desarrollo de los acontecimientos, que esa comunidad internacional juegue su papel y no siga insistiendo en que seamos los dominicanos que carguemos con el problema.