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EL BULEVAR DE LA VIDA

Haití: entre hipocresía y el pragmatimo

Una vez más Haití es noticia.

Sólo las grandes tragedias del pueblo haitiano lo hacen visible ante la agenda periodística internacional.

La tragedia cotidiana de una nación en bandolera a nadie le importa, mientras nuestras autoridades se niegan a aplicar las leyes laborales o de migración, aunque saben que ya parte importante del proletariado nacional es haitiano, y de manos haitianas dependen parcialmente sectores tan fundamentales de nuestra economía como la agropecuaria o la construcción; sólo que, como cada cuatro años aquí hay que ganar elecciones, los gobierno teorizan pero no actúan, el Congreso aprueba leyes cuya aplicación no fiscaliza, pero nada de ir al meollo del problema: Imponer orden en la casa nacional con el arma democrática de la Constitución y las leyes.

Y así vamos, entre la hipocresía ciudadana y el pragmatismo de “pura” madre de nuestros gobiernos. Así, un señor se preocupa por la alta presencia de ciudadanos haitianos en el país, pero no se ocupa de que sean manos dominicanas las que cultiven sus finca o construyan sus edificios. Pero el problema no es solo asunto de fincas o edificios, sino también de la villa, casa o apartamento de otros señores cuyo nacionalismo y discursillo pro-views en las redes solo llega hasta el momento en que necesitan hacer una mejora en su vivienda, una cisterna, por ejemplo.

A la tradicional inacción de nuestros gobiernos por beneficio electoral y financiación de campañas, hay que sumar la irresponsable ceguera sorda de los países desarrollados ante los reclamos de nuestro país ante la mismísima Asamblea de la ONU denunciando el peligro que representa para nuestro país y para la seguridad de Estados Unidos en tiempos de terrorismo en versión islámica, la existencia de un Estado fallido y faltoso, sin interlocutores y sin instituciones ni para recibir una posible ayuda.

Aquí conviene recordar las promesas de ayuda, que semanas después del terremoto de 2010 hicieron lo países desarrollados que arrastran deudas históricas con Haití, y hoy mueren en los archivos y sus informes, y en las páginas ocres de los diarios y las ya amarillas revistas de las hemerotecas.

Una vez más Haití es noticia. En siete días sin sus noches volverá al olvido. Mientras a su lado, una patria bullanguera es víctima inocente de la hipocresía de sus ciudadanos y el pragmatismo de sus gobiernos. (“Ay, país, país, país”).

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