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Barthes, estilo y automatismo de la escritura como oficio creativo

Es, nuevamente, Roland Barthes (Francia, 1915-1980), quien nos trae a esta idea-fuerza de validez singular y relativa para los escritores.

En su “El grado cero de la escritura” esboza qué es la literatura, oficio de escritores creativos.

No ofrece una definición para examen. Sí aproximaciones que revelan las claves de cómo medita su objeto: acerándose a él y alejándose. Recorriéndolo en toda dirección, como rotando la manzana en sus manos para comprenderla. El resultado describe el razonar sobre el objeto: cómo lo piensa, desde cuáles perspectivas.

Para Barthes, la lengua es un constructo socio/histórico que “Encierra toda la creación literaria”; también, “menos una fuente de materiales que un horizonte”. Y operativamente: “como un círculo abstracto de verdades fuera del cual solamente comienza a depositarse la densidad de un verbo solitario”. Ante ella, el escritor está frente a “una línea cuya transgresión quizá designe una sobrenaturaleza del lenguaje” por lo cual es “el área de una acción, la definición y la espera de un posible”.

Relevante es que la asuma como “propiedad indivisa de los hombres y no de los escritores”; que la ubique “fuera del ritual de las Letras” porque las lenguas la trascienden. Que sea “un objeto social por definición, no por elección”, ubicado “más acá de la literatura”, aunque “El estilo casi más allá”.

La lengua es entonces trans-individual, diferente de la escritura. Esta es lengua articulada por hablantes históricos y sociales: económica, educativa y culturalmente determinados. La escritura es su articulación de la lengua, su “habla” colectiva y saussuriana. Modelado individual de heredades. Pre requisito de las transformaciones de los automatismos propios del oficio de escribir. Lo automático de escribir es navegar la lengua hasta playas individuales.

Escribir es ejercicio relativamente particular de la lengua, ante la imposibilidad de eludir sus oceanidades. Subsumirse en la lengua para persistir, pertenecer y resistir su heredad: historia, recursos, trayectoria. Recorrerla como arsenal, eligiendo y rechazando.

Es procurar una presencia, pertenecer más o menos conflictivamente. Hacerlo es apropiar segmentos significativos —o construidos en significativos— de su legado; establecer, frente a ella y con ella, determinadas interrelaciones.

Así, se comparte parcialmente el “automatismo” de Barthes, para quien “el estilo siempre tiene algo en bruto: es una forma sin objetivo, el producto de un empuje, no de una intención, es como la dimensión vertical y solitaria del pensamiento. Sus referencias se hallan en el nivel de una biología o de un pasado, no de una Historia: es la «cosa» del escritor, su esplendor y su prisión, su soledad. Indiferente y transparente a la sociedad, caminar cerrado de la persona, no es de ningún modo el producto de una elección, de una reflexión sobre la Literatura”.

Identificamos, pues, aspectos válidos y discutibles en sus consideraciones. Especialmente las indicativas de una irracionalidad que erosiona la capacidad analítica y de selección “natural” del escritor que consciente —José Saramago, verbigracia— articula una literatura que ejerce la lengua discerniendo, seleccionando y rechazando (“alocución, imágenes, léxico”…) desde un meta-valor: el criterio personal fundado en el partidismo estético-filosófico, la apoliticidad y el humanismo.

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