ORLANDO DICE...
Pan chiquito no conspira
El fenómeno no es nuevo, incluso recurrente: el alza generalizada de precios de los productos de la canasta básica.
La gobernabilidad es asunto de todos los días, y ya se sabe que cada día trae su problema, y que hay que buscarle solución.
Como le han llegado muchas cosas que no mandó a buscar, también la inflación, que en primera instancia la administración niega, pero que igual existe.
El pan chiquito de agentado saca la cara, como si fuera lo principal, y como inconveniente de ocasión, dice cómo se resuelve lo suyo. Con un subsidio a la harina.
La situación, sin embargo, es más grave, y quedarse en el pan chiquito sería coger rábano por las hojas. La verdad es que todo ha subido.
Y la culpa no es ni puede ser del gobierno, aunque si está obligado a gestionar la crisis, pues todo lo que empieza política, termina política.
Si un bien alimenticio escasea, la salida no es denunciar especulación, ni oficializar teoría de conspiración, sino colocarlo en el mercado.
No hay escasez de productos que un cañonazo de furgones no solvente. La producción nacional es importante, y debe protegerse, pero primero la gente, y ya no como consigna de campaña.
La importación no es opción, es la única, pues el malestar demanda remedio, y este no debe retardarse. No es la vieja cuestión de “hambre que espera hartura…”, sino írsele alante al deterioro.
Los organismos de inteligencia conocen de acciones, y posiblemente con nombres y apellidos, pues más fácil la fábula que la realidad.
La economía tiene curas que fueron efectivas en circunstancias parecidas, y la política haría el resto, manipulando, pero con caldero lleno. Si no hay, no hay, y en esas condiciones no hay discurso que modere o atempere los padecimientos de la población.
El pan chiquito es importante, pero solo en los centros urbanos, en los pueblos o en los campos, la gente le busca la vuelta y no se desespera como para asaltar la Bastilla.
El pan chiquito, por mucho que se diga, no puede conspirar.