ORLANDO DICE...
Política sin parqueo
Si la política se deja quitar el parqueo y su carro va a la calle, que no se queje si se lo lleva una grúa. Las señales suficientes: no cambia realidad, pero sí estado de ánimo.
No solo le están vedando la entrada a los órganos claves de la gobernanza, sino al gobierno que debe compartir con sociedad civil y sectores ambiguos
Una dirigente oficialista explicaba las razones por las que sus compañeros de partido no son nombrados, y lo que dijo llora ante la presencia de Dios.
Los partidos asumen candidatura, hacen campaña, van a elecciones, ganan el gobierno, pero a la hora de poder no tienen personal en condiciones de desempeñar una posición.
Obsérvese si no a la administración pública y se verá lo que se protesta: gente de militancia parda que la oportunidad le cayó del cielo.
Ya no vale lo que fuera norma en otros tiempos. Eso de ganar un puesto con el sudor de la frente pasó a la historia.
Al sudoroso le tocará sombra para que descanse y se refresque, mientras que el perfumado que entró por la puerta de atrás, encontrará mesa servida.
El político-político, no es que apeste, sea leproso, pero tiene que buscar su seto y saber que trabajó para el inglés que cobra capital e interés.
Con los espacios reducidos, más que difícil la supervivencia: ni en altas cortes ni en el gobierno central.
La situación provocará consecuencias, y no imposibles de adivinar. Las bases, cansadas de que las pisen, un día se quitarán del medio.
Las campañas serán juegos de cieguitos.
Aunque lo que debiera intrigar sería circunstancia peor. La de que el político sin parqueo, con carro a la intemperie, no solo se lo lleve la grúa, sino que se lo incauten y se quede a pie.
Los llamados outsiders están ganando terreno, y aunque aquí no llegan todas las modas, los contagios están en el aire, y nunca se sabe.
Y lo más importante. No culpa del tiempo, ni de España. Culpa del político, que se olvida del humor de la gente.