AGENDA SOCIAL
Deserción escolar
Cuando comenzó la pandemia dedicamos muchas horas a comprender la dimensión de la enfermedad y prever sus efectos económicos y sociales, para diseñar políticas públicas que pudieran amortiguar el duro golpe que generó el confinamiento y la suspensión de las actividades económicas. Parte esencial del trabajo realizado fue el resultado de evaluar y comprender el desafío multidimensional de la pandemia y sus efectos en los grupos más vulnerables del país que, debido a sus condiciones de vida y la fragilidad de sus ingresos, son los más propensos a caer en la pobreza o la pobreza extrema.
De ese propósito surge el estudio realizado en conjunto con la Universidad de Oxford y Oxford Poverty & Human Development Initiative, el cual, en resumen, presentó estimaciones oficiales sobre los posibles efectos que generaría la pandemia en seis posibles escenarios: acceso a servicios de salud ante la enfermedad, aseguramiento en salud, acceso a la alimentación, asistencia o deserción escolar, sustento familiar y la informalidad laboral, que vienen a ser los seis aspectos fundamentales de un individuo que participa del desarrollo de un país.
En esta ocasión, nos detenemos en lo relativo a la asistencia o deserción escolar, porque en ese informe, que ya va a cumplir un año de realizado, se advertía sobre “niños y niñas que no disponen de recursos informáticos para continuar sus estudios en un sistema de educación a distancia y que eventualmente podrían perder el ciclo escolar, o no recibir la calidad de educación que podría derivar en desigualdades educativas lo que eventualmente podría traducirse en una fuerte deserción escolar.”
El análisis consta de una fuerte base científica y fue realizado utilizando la data disponible del Sistema Único de Beneficiarios, que no solo recoge informaciones sobre la participación de los miembros de hogares vulnerables en el sistema educativo, sino que también dispone de información sobre el acceso que estos hogares tienen a sistemas informáticos, a internet, televisión y teléfonos inteligentes.
Con base a esta información, se diseñaron varios escenarios dependiendo de la gravedad en la evolución de la pandemia y, claro está, de la respuesta oficial mediante las políticas públicas. Lamentablemente, el escenario moderado arrojó que la deserción escolar aumentaría debido a la pandemia del COVID-19, y que podría afectar a 237 mil estudiantes en todo el país. Esta predicción no era una sentencia definitiva, más bien se trataba de una advertencia para que la respuesta de la esfera pública, especialmente del Ministerio de Educación, estuviese acorde con la dimensión del reto enfrentado.
El Ministerio de Educación dispone de la información precisa de los estudiantes y, al hacer un simple cruce de base de datos con el Sistema Único de Beneficiarios, resultaba fácil identificar a los que estuviesen más vulnerables y, por ende, propensos a desertar del sistema educativo, de manera que se les prestara una atención más estrecha y recibieran los equipos necesarios para la educación a distancia.
Sin embargo, no ha sido así. Tal y como lo ha manifestado EDUCA, “cada día aumenta la probabilidad de riesgo de salida del sistema para no regresar”, una realidad que se agrava por el alto costo de la vida y la inacción de las autoridades ante esta innegable realidad.