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AGENDA SOCIAL

Deserción escolar

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Margarita CedeñoSanto Domingo

Cuando comen­zó la pande­mia dedicamos muchas horas a comprender la dimensión de la enferme­dad y prever sus efectos eco­nómicos y sociales, para di­señar políticas públicas que pudieran amortiguar el duro golpe que generó el confina­miento y la suspensión de las actividades económicas. Par­te esencial del trabajo reali­zado fue el resultado de eva­luar y comprender el desafío multidimensional de la pan­demia y sus efectos en los grupos más vulnerables del país que, debido a sus condi­ciones de vida y la fragilidad de sus ingresos, son los más propensos a caer en la pobre­za o la pobreza extrema.

De ese propósito surge el estudio realizado en con­junto con la Universidad de Oxford y Oxford Poverty & Human Development Ini­tiative, el cual, en resumen, presentó estimaciones oficia­les sobre los posibles efectos que generaría la pandemia en seis posibles escenarios: acceso a servicios de salud ante la enfermedad, asegu­ramiento en salud, acceso a la alimentación, asistencia o deserción escolar, susten­to familiar y la informalidad laboral, que vienen a ser los seis aspectos fundamentales de un individuo que partici­pa del desarrollo de un país.

En esta ocasión, nos dete­nemos en lo relativo a la asis­tencia o deserción escolar, porque en ese informe, que ya va a cumplir un año de realizado, se advertía sobre “niños y niñas que no dispo­nen de recursos informáticos para continuar sus estudios en un sistema de educación a distancia y que eventualmen­te podrían perder el ciclo es­colar, o no recibir la calidad de educación que podría de­rivar en desigualdades edu­cativas lo que eventualmen­te podría traducirse en una fuerte deserción escolar.”

El análisis consta de una fuerte base científica y fue realizado utilizando la data disponible del Sistema Único de Beneficiarios, que no solo recoge informaciones sobre la participación de los miem­bros de hogares vulnerables en el sistema educativo, si­no que también dispone de información sobre el acceso que estos hogares tienen a sistemas informáticos, a in­ternet, televisión y teléfonos inteligentes.

Con base a esta informa­ción, se diseñaron varios es­cenarios dependiendo de la gravedad en la evolución de la pandemia y, claro está, de la respuesta oficial median­te las políticas públicas. La­mentablemente, el escena­rio moderado arrojó que la deserción escolar aumen­taría debido a la pandemia del COVID-19, y que podría afectar a 237 mil estudian­tes en todo el país. Esta pre­dicción no era una sentencia definitiva, más bien se trata­ba de una advertencia para que la respuesta de la esfera pública, especialmente del Ministerio de Educación, es­tuviese acorde con la dimen­sión del reto enfrentado.

El Ministerio de Educa­ción dispone de la infor­mación precisa de los estu­diantes y, al hacer un simple cruce de base de datos con el Sistema Único de Beneficia­rios, resultaba fácil identifi­car a los que estuviesen más vulnerables y, por ende, pro­pensos a desertar del sistema educativo, de manera que se les prestara una atención más estrecha y recibieran los equipos necesarios para la educación a distancia.

Sin embargo, no ha si­do así. Tal y como lo ha ma­nifestado EDUCA, “cada día aumenta la probabilidad de riesgo de salida del sistema para no regresar”, una reali­dad que se agrava por el alto costo de la vida y la inacción de las autoridades ante esta innegable realidad.

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