OTEANDO
Perfiles de la nada
Me siento frente a mi PC. Quiero escribir algo atractivo, mas no hay tema que lo implique. Los discursos carecen de interés. Ni el propio presidente está en condición de estructurar uno que logre llamar la atención de nadie. Los discursos se repiten, se vuelven viejos apenas son pronunciados, porque ya han sido dichos por otros actores, de otros tiempos –y el tiempo es el mismo siempre, lo que cambia es su contenido–, otros actores de idéntico oficio, vender esperanzas. Pero la vida es tan líquida que gestionar conflictos ha dejado de ser un oficio que rinda utilidad alguna, ni a nadie.
El anuncio de novedades funcionariales (una construcción aquí, un picazo allí) es indiferente, porque la vida del “enjambre digital” se contrae a “la expulsión de lo distinto y al infierno de lo igual”. Todos se aglomeran en torno a la plaza digital, pero cada quien con necesidades y anhelos tan distintos como efímeros. Antes de desear ya ha prescrito la voluntad de tener, ha sido sustituida por otra, y esta a su vez por otra.
Los políticos se la pasan creyéndose útiles. Y así, todos viven en la burbuja que alimenta un ego que ni siquiera llega a ser, porque es lo bastante elocuente como para defraudar su propio titular, desautorizándolo, haciéndolo cobrar conciencia de que, no solo no es nada, sino que nada hace, muchos vendidos al narco y al lavado incluso. Por su parte, el comentarista colma su vanidad conformándose con tratar lo trivial, lo de siempre (alijos, vacunas, sabotajes, “entramados” y todo aquello que ya nos tiene hartos).
Vivimos una hipocresía jamás vista. Dos mundos se contraponen para defraudarnos, para hacernos perder la fe, para volvernos nihilistas. Ellos son el nuestro –nuestro mundo– y lo que he llamado el inframundo, el de los excluidos, el de los que viven en un permanente estado de excepción que ni siquiera es constitucional, con categorías metafísicas que jamás nos interesaremos en conocer, contra quienes pagamos una policía para que los mantenga a raya y les impida alcanzarnos, para que los mate, si es necesario, en abono de una paz social privada y muy nuestra.
Solo estamos toreando los problemas. Se impone un tajo que devuelva la esperanza y ello solo es posible tomando medidas drásticas contra la corrupción –pública y privada– y contra el narcotráfico. Se necesita la pena capital. ¡No contemos corruptos ni narcos, eliminémoslo! Necesitamos que nos devuelvan la ilusión de vivir.