ORLANDO DICE...
La novela hace la tarea
Que sea la historia que se ocupe tardaría mucho tiempo, y así como la comida rápida generalmente para llevar, en la vida de los pueblos hay asuntos que no pueden esperar.
A 60 años del ajusticiamiento del Tirano, todavía quedan pasajes por conocer y compadres por identificar.
Recuerdo a un personaje, pintoresco a su modo, que no escribía sobre la Era de Trujillo, pero no porque le tuviera miedo a los de entonces, sino a los nietos.
Así se hizo el silencio, y si no se atreven los contemporáneos, tampoco la historia. No solo estarán los nietos, también los biznietos.
Sin embargo, hay un fenómeno interesante y que viene a sacar la cara. Las novelas que rescatan el pasado, y atentas a ficción, se hacen las locas y revelan lo que de otra manera nunca.
El escritor nicaragüense Sergio Ramírez escribía por estos días sobre esa realidad que no siempre se aprecia adecuadamente.
El mejor conocimiento sobre Trujillo se consigue más en novelas que en historia, y cita a Galíndez de Manuel Vázquez Montalbán, La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa y La Maravillosa Vida Breve de Oscar Wao de Junot Díaz.
Las distorsiones posibles en literatura forman parte del paquete.
Igual acontece en este tiempo. Las novelas vienen a disponer lo que la historia no se atrevió, y obliga toriamente hay que mencionar Morir en Bruselas de Pablo Gómez Borbón.
El horror de unos crímenes que se llenaron de olvido y las intimidades de una izquierda de la que al parecer la Virgen salvó a la República.
La utopía nunca fue tan pedestre.
Mucho antes, Edwin Disla, en Los que Comulgaron con el Corazón Limpio, narró la mitología inconclusa de Los Palmeros y los duros años de Balaguer.
La novela, por tanto, lleva a cabo la tarea de otros, y no solo pone en contexto lo que la historia disimula, sino que aporta luz en el túnel oscuro en que discurre la vida dominicana.
Pilarín en lo suyo ¿Podría la novela develar el misterio de las elecciones de febrero del 2020?