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Desatención lectora y actitud zapping en el universo Kleinrock

En pasadas entregas sobre lectura en medios impresos versus digitales referimos investigaciones de los años 2012 al 2017.

Ahora recurrimos a ensayos más recientes, aportados por la neurociencia del aprendizaje.

Sintetizamos los hallazgos de Pablo Delgado y Ladislao Salmerón, publicados en “Aprendizaje e instrucción” (Learning and Instruction), volumen 71, diciembre 2020.

Entre otros aspectos, analizan el efecto de los medios de lectura sobre la comprensión desde puntos de vista teórico y educativo, especialmente el llamado “efecto de inferioridad en pantalla”, bajo distintas condiciones.

Partiendo de McNamara y Magliano, 2009, asumen que las especificidades del sujeto lector condicionan el resultado de la interacción sujeto-medio. Especialmente por las destrezas de decodificación, capacidad de atención, características y grados de simpleza/complejidad de la tarea, el contenido y la estructura textual.

Partiendo de Clinton, 2019 y Delgado et al., 2018, advierten: "a pesar de la evidencia empírica que sugiere que el medio afecta la comprensión lectora, este factor ha sido constantemente ignorado en los principales modelos teóricos de comprensión".

Y plantean su hipótesis: "las pantallas mismas podrían activar un estilo cognitivo sin esfuerzo, caracterizado por la falta de sobre-atención a la tarea, procesamiento superficial y monitorización metacognitiva disminuida".

El "procesamiento superficial" está establecido como cualidad hasta ahora inherente a la lectura en medios digitales.

Sobre él incide lo que, citando a van der Weell, 2011, evocan los autores: la actitud zapping.

Refiere una facultad potenciada por Internet: "cambiar de canal"; nacida del control remoto de los televisores. Mediante sus abundantes atajos, las palabras claves y —ahora— el perfil de usuario que construyen los navegadores para “ofrecer” contenido ajustado a las preferencias personales, el internauta escapa constantemente de los contenidos; navegando sin rumbo fijo por el vasto archipiélago cibernético y, peor aún, con un pensamiento divagante.

Partiendo del hecho comprobado de la incidencia de los medios de lectura en la comprensión y su impactando sustancial sobre la educación, los autores proponen que "Si la lectura en las pantallas impide que los lectores se involucren por completo con el texto, ya sea dificultando su atención en la tarea o su control de la comprensión metacognitiva, no deben recomendarse como fuente principal de información".

Documentan su afirmación con hallazgos de Jerrim, Micklewright, Heine, Salzer y McKeown, 2018, y de Robitzsch, Lü; Dtke, Goldhammer, Kroehne y Köller, 2020. "Estudios recientes que analizan datos del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA)” encontraron “que el cambio en el modo de presentación de las pruebas impresas a las computarizadas en PISA 2015 tuvo un impacto negativo en los puntajes de las pruebas PISA de los estudiantes en Alemania, Suecia e Irlanda".

En este estudio de Pablo Delgado y Ladislao Salmerón los participantes "leyeron un texto sustancialmente más largo de lo que es típico en este campo de investigación"; "fueron asignados al azar a una de las cuatro condiciones experimentales, de modo que leyeran en forma impresa o en pantalla, con o sin presión de tiempo" y se midió "la comprensión del texto, la deambulación mental y la calibración metacognitiva" junto a "un conjunto completo de covariables para controlar su posible influencia en la comprensión".

Sus resultados relevantes fueron: a) "leer en la pantalla evitaba que los lectores redujeran sus divagaciones cuando los requisitos de la tarea exigían una lectura eficiente"; b) los participantes que leyeron en la pantalla bajo presión de tiempo obtuvieron puntajes significativamente más bajos en la prueba de comprensión de lectura, en comparación con los de los otros tres grupos y c) se encontró "prueba directa de dos posibles factores subyacentes del efecto de inferioridad de la pantalla: lectura desatendida y déficit de calibración metacognitiva".

Concluyen “que la lectura en la pantalla conduce a una lectura desatendida, especialmente cuando la tarea exige un aumento de la atención en la tarea para un procesamiento eficiente de la información”. Y sostienen “que esta lectura desatendida está provocando, al menos en parte, un procesamiento superficial de la información y una menor comprensión".

Advirtiendo que la tecnología es de gran ayuda y está aquí para quedarse, piden "a los profesionales de la educación y a los responsables de la formulación de políticas que consideren el hecho de que los textos impresos son más apropiados cuando se trata de una lectura en profundidad, especialmente con textos extensos. En este sentido, los sistemas educativos deben ser especialmente cautelosos con las campañas recientes que apoyan un cambio completo de los libros de texto impresos a los electrónicos".

Bajo el pretexto de la pandemia de la Covid-19, sistemas educativos de economías en vías de desarrollo invirtieron cuantiosos recursos en computadoras para los alumnos, olvidando los libros. Seducidos por la moda, lo formal y el gasto, no han reparado en la utilidad ni en lo esencial: priorizar medios que mejor contribuyen al aprendizaje mejor, más profundo y eficiente.

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