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ORLANDO DICE ...

Entre insidias

El gobierno es fuerte, y todavía en la calle, de manera que, dueño de la cancha, difícilmente se le pueda encestar desde fuera.

Conviene apreciar esta noción de realidad, pues con mucha facilidad la gente se alarma y los insidiosos hacen de cualquier situación un elemento de consternación.

Las redes son las reinas del cortijo, pero tienen sus riesgos, y a veces se aprovechan otros medios para echar a correr versiones con falsas implicaciones.

El ministerio público hace su trabajo, con total independencia, pero la pasión lo traiciona, y da notaciones que asusta al más tranquilo.

O altera el pulso del más inocente.

La guardia ha vivido y vive bien de la impunidad, aun cuando ya no es coto cerrado, y se abre, o se filtra, como cualquier material poroso.

Adán Cáceres no es el primer militar involucrado en actos lesivos a la administración de fondos públicos. Si se procesó a un secretario de las Fuerzas Armadas ¿por qué no a un oficial, aun sea de alto rango?

Como se dio a entender que iban por más, núcleos alevosos de los cuerpos armados o sectores de alcurnia diferente, sacan conclusiones.

Una, que la guardia no va a permitir que la tomen de chivo expiatorio, o que de profundizarse las indagatorias, o seguirse tirando patos al agua, habrá reacción. Palabras mayores, leyendas urbanas, pero aun cuando ese ánimo se atribuye a comandos, las carabinas están vacías.

No es el 1963, cuando al gobierno lo pusieron en jaque, ni el interregno siguiente, en que los negocios eran comunes y corrientes. Las famosas cantinas. Ahora, el que se equivoque, se equivoca solo, y no sería cuestión de si el partido se moviliza o no. Se movilizaría el pueblo, que le cogió gusto a la democracia y la defendería.

No por el gobierno, sino por la democracia.

La reunión de La Alameda difícilmente tuvo lugar, y hasta sería bueno que los protagonistas de la fábula se pusieran donde el comandante en Jefe los viera. Los sustos existen, pero ya nadie muere de susto, incluyendo débiles de corazón.

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