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CONTANDO LOS HECHOS

Justicia en USA-A sigún

George Floyd usó una pape­leta falsa de 20 dólares pa­ra pagar una cuenta en una tienda y el cajero llamó al 911 para de­latarlo. Varios minutos des­pués llegó la policía con el oficial Derek Chauvin a la cabeza. Ahí se inició el apre­samiento de Floyd que unos minutos más tarde termina­ría en su muerte.

Floyd tenía 46 años, era alto y fornido, y había prac­ticado baloncesto y fútbol americano, también, había sido amante del hip hop. En su historial se señala que había sido guardia de segu­ridad del Conga Latina, Bis­tro. Hay quienes señalan que este encuentro entre Floyd y Chauvin no era el primero entre ellos, ya que previamente habían coin­cidido en un trabajo de se­guridad, por lo que se podía presumir una inquina pre­via entre ambos.

El veredicto de culpable de las tres acusaciones de asesinato que se le formu­laron se basaba mayormen­te, en el testimonio visual de un video que con su ce­lular tomó Darnella Frazier que pasaba frente a la esce­na y se detuvo para grabar­lo. El video muestra, con toda su crudeza, cómo el oficial Chauvin, con Floyd en el suelo, apretaba su ro­dilla contra el cuello y cómo Floyd, repetidas veces, cla­maba que no podía respirar. De hecho, Chauvin mantu­vo su rodilla contra el cuello más de un minuto después que éste dejó de movilizar­se y hablar, ya inconsciente camino a la muerte. Autop­sia reveló, drogas Fentani­lo y Metanfetamina en su cuerpo.

Al iniciarse las delibe­raciones del Jurado y pre­viendo lo peor, tanto las autoridades como el sec­tor privado empresarial co­menzaron a tomar medidas de prevención asegurando con plataformas sólidas el frente de sus locales y una disposición de policías adi­cionales para la ciudad, in­cluyendo varios miles de miembros de la Guardia Nacional.

Lucía evidente que de no darse el fallo adecuado que esperaba la mayoría de los reclamantes de justicia, las manifestaciones de protesta y violencia podrían llegar a ser incalculables.

Los reclamantes tenían cercado el edificio donde el Jurado llevaba a cabo su ta­rea. Su integridad física po­día estar en juego si el vere­dicto no satisfacía. El mismo presidente Biden manifes­tó que esperaba que el vere­dicto fuera “el correcto” algo tal vez un poco imprudente. Todo este cuadro plantea ¿es correcto decidir bajo este al­to grado de presión? La res­puesta puede ser afirmativa si lo que prevalece es que por encima de todo se haga justi­cia. ¿Usted qué cree?

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