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La patana puede esperar

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Cristhian JiménezSanto Domingo

Aunque el presidente Luis Abinader pareció responder conforme a libreto de otros presidentes sobre la extemporaneidad de la repostulación presidencial, su énfasis verbal logró cortar emergentes cabezas de esa hidra de intereses.

Se repetía el tradicional diseño de voces aparentemente solitarias para luego procurar reacciones que modificaran la agenda diaria.

Un dirigente del Partido Revolucionario Moderno adelantó públicamente el punto de la reforma estatutaria que eliminaría la prohibición de la reelección, dentro de las adecuaciones de la norma interna a las leyes de partido y electoral y a la Carta Magna.

Esto rebasó la copa de la paciencia presidencial, y Abinader afirmó que era una irresponsabilidad hablar de relección en medio de una crisis y una pandemia y que el tema no estaba en agenda del gobierno ni del PRM. Posteriormente remitió una carta al presidente del partido, José Ignacio Paliza para que formalmente silenciara a los oficialistas.

Abinader evita la distracción a 8 meses de inicio de su gestión y frena a desbocados de la peor tradición ancestral perredeista, que apenas marcan algunos pasos en la gerencia estatal y ya apuran proyectos políticos.

Forzar al mandatario de 52 años, y sin un minuto de “disfrute del poder” por el dañoso impacto causado por la pandemia de Covid-19, a una definición temprana es ambición irracional que afecta al proyecto de gobierno perremeista.

Sin el corte de cuajo, algunos hubiesen profundizado afanes electorales mal disimulados, bajo alegato de que habría un candidato con aplastante ventaja competitiva.

Otros intentarían legitimación en el alegato de “mantener vivo el partido” o para acompañamiento en la boleta presidencial o supuesta proyección para las elecciones de 2028.

Todas las aristas comportan trastornos para una eficiente gestión de gobierno en momentos de altas exigencias ciudadanas y los recuerdos traumáticos del intenso uso de los recursos del poder en la administración anterior para aplastar intereses partidarios internos e imponer candidaturas impopulares a los votantes.

De paso, Abinader deja sin excusas a grupos dominantes en el PLD que han optado por promover candidaturas presidenciales para ilusionar a las bases con la vuelta al poder en el 24, y esquivar necesidad de cambios profundos en la organización y el establecimiento de responsabilidades individuales por la división que condujo a la derrota electoral morada.

Fuerza del Pueblo hasta el momento disimula su actividad política, centrando sus actos en la juramentación de expeledeistas.

La estructuración de propuestas electorales a 8 meses del fin de la era peledeista de 16 años, ahora dividido en dos partidos rabiosamente enfrentados, es muy cuesta arriba y de difícil asimilación ciudadana.

El voto en favor de Abinader reclamaba sanción de la corrupción y el fin de la impunidad y muchas de las críticas actuales a su gobierno tienen que ver con el retraso de las sanciones.

La oposición ha intentado colocar un sello de incapacidad e improvisación a la actual gestión, pero aunque muchos participan de las críticas a fallas oficiales, ese relato no se ha logrado imponer.

Abinader conserva altos niveles de popularidad y se mantiene muy atento a los vaivenes en la opinión pública, aunque luce excesiva su atención a las redes sociales.

La selección por el Senado de una Cámara de Cuentas sin inclusión partidaria, que ganó el aplauso público, se computó a la voluntad política del mandatario.

Se espera que se mantenga coherente, visto estos resultados al momento que se escoja el Defensor del Pueblo, que es más estricto al citar la ley de forma expresa que no podrá ser un dirigente partidario.

Hay que seguir el reclamo, a gobierno y oposición, a profundizar la institucionalidad.

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