Opinión

EN LA RUTA

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Detonada por las injustificadas muertes de una pareja de esposos evangélicos a quienes una patrulla “confundió” durante una persecu­ción, el presidente Luis Abinader ha dejado establecida su intención de transfor­mar la Policía Nacional (PN).

Un tema viejo, profundo y complejo que ha si­do reclamado por la sociedad y que ha estado en la agenda del mandatario, que en los 240 días de su gobierno ha tomado acciones, como la elimi­nación de la Dirección Nacional Antinarcóticos y el traspaso de sus funciones a la Dirección Nacio­nal de Control de Drogas en febrero pasado, que definen su propósito.

El retiro de 350 oficiales y la creación de una comisión con 21 notables para acompañar el pro­ceso reformador, muestran, primero, el deseo de ajustar la PN a los requerimientos de la ley, y se­gundo, que todos los sectores de la sociedad es­tén representados.

A sus 85 años de vida la PN arrastra una serie de costras y comportamientos que han mella­do no solo su eficiencia operativa, sino también su imagen y credibilidad institucional. Males que son impulsados por peligrosos grupúsculos a lo interno del cuerpo del orden, que boicotean cual­quier intento de cambio, modernidad y transpa­rencia, llegando, incluso, a hacer saltar del puesto a varios incumbentes. Una realidad de la que está consciente Abinader, quien no solo la ha adverti­do, sino que está dispuesto a afrontarla y enfren­tarla a todo costo, riesgo y consecuencia. De ahí la importancia del apoyo ciudadano en esta cru­zada que procura rescatar esa parte mayoritaria­mente buena de la PN de las mentalidades retro­gradas que allí medran.

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