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AGENDA SOCIAL

La formación de un maestro

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Margarita CedeñoSanto Domingo

Ya hace poco más de una década que el país exigió un compro­miso firme y contundente con el desarrollo del siste­ma educativo dominicano. En aquel entonces, las ma­nifestaciones con las som­brillas amarillas exigiendo que se destinara el 4% del Producto Interno Bruto co­mo inversión para la edu­cación escolar, movilizaron las voluntades de personas de todos los estratos socia­les, en lo que podría consi­derarse como una verda­dera revolución ciudadana que rindió sus frutos.

El gobierno del Presiden­te Danilo Medina asumió la difícil tarea de balancear el Presupuesto General del Estado, con el propósito de destinar alrededor de 100 mil millones de pesos cada año para el Ministerio de Educación y, a la vez, utili­zar estos fondos de manera eficiente, para que se refle­jaran en el avance del sector educativo.

Al parecer, algunos sec­tores de la sociedad han ol­vidado los fundamentos de aquella gran batalla, espe­cialmente en lo relativo a la formación docente. El Pac­to Nacional para la Refor­ma Educativa firmado en el 2014, reconoció que “la ca­lidad profesional, la fortale­za moral, la dignificación y la entrega de los educado­res juegan un rol clave en la calidad de la educación” y que, por lo tanto, “la forma­ción profesional y pedagó­gica, inicial y continuada de los docentes es fundamental para transformar el desem­peño y la calidad de la edu­cación dominicana”.

Todos los informes sobre transformaciones del siste­ma educativo en otros paí­ses coinciden al establecer que tener buenos profeso­res es clave para el desem­peño de los estudiantes y la reducción de las brechas de aprendizaje. De hecho, un informe del Banco Intera­mericano de Desarrollo es­tablece que la exposición de un alumno a un buen profesor triplica la calidad de los alumnos.

La calidad de los docen­tes depende de dos facto­res fundamentales: la ca­lidad del docente mismo, es decir, el conjunto de ha­bilidades y capacidades de la persona que enseña, que se reflejan en su vocación de enseñanza y, por el otro lado, la calidad de lo que el docente debe enseñar, es decir, los conocimientos, el currículum y los recursos de los que dispone el Maes­tro para que los estudiantes puedan aprender.

Ambos factores depen­den mucho de las exigen­cias que la normativa esta­blece para que un docente pueda obtener las califica­ciones necesarias que lo certifiquen para asumir la enseñanza en un aula. En el caso de la República Dominicana, esas exigen­cias están contenidas en la normativa 09-15 que se pretende anular para flexi­bilizar los requisitos nece­sarios para entrar en la ca­rrera de educación.

Si esta normativa ha sido obstáculo para que muchas personas puedan ingresar a la carrera, lo que procede no es que se elimine, sino que se dispongan de los cursos y las estrategias necesarias pa­ra que los aspirantes puedan estar a la altura de la norma­tiva, porque el nivel de nues­tros estudiantes siempre será directamente proporcional al nivel de nuestros maestros.

Nuestros maestros son el eje fundamental que garan­tiza que las inversiones en infraestructura valgan la pe­na. La inversión en formación docente es clave para la cali­dad educativa y en ninguna circunstancia debemos per­mitir que haya retrocesos en este aspecto. Habrá oportuni­dades de mejora, pero la eli­minación de la normativa 09-15 no es una de ellas.

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