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Utilidad de libros, revistas y periódicos, pese a la galaxia Kleinrock

Hemos afirmado, previamente y aquí, que existen algunas fortalezas en los impresos y, por consiguiente, en los periódicos, libros y revistas, que les permiten resistir las embestidas del Universo Kleinrock.

Lo primero es que estos bienes nos imprimen, al tenerlos en las manos, físicamente, su calidad de realidades incontrovertibles: no mediatizadas por tecnologías ni dispositivos.

Segundo —su portentosa fortaleza—, su capacidad para sustraernos del entorno. Los impresos (periódicos, libros, revistas y otros) son medios exigentes de una atención total. No existe modo de recorrer sus letras y grafías sin borrar lo circundante, activando —esto sí que es extraordinario— el fluir del pensamiento, sin obstrucción.

Como el cerebro “sabe” que bajo el archivo *.pdf o más allá de la página web en que lee contenidos desde dispositivos móviles y de escritorios, dinámicos e interactivos, existen vastos mundos de contenidos, se mantiene recibiendo, subliminal, secreta o invasivamente, múltiples invitaciones y provocaciones a continuar husmeando. A ir “de aquí para allá”, sin destino preestablecido.

Incitación con resultados previsibles sobre un ser extraordinariamente curioso; acostumbrado, históricamente, a no contenerse en fronteras ni verdades preestablecidas; a ir cada vez más lejos.

La necesidad de supervivencia y la curiosidad bajo la que late el hambre insaciable de conocimiento que funda la cultura, transformaron a los humanos de estacionarios en nómadas y, desde estos, en “equunautas”; también, en argonautas y exploradores camuflados bajo el rol metafórico de conquistadores, como Carlomagno, los vikingos, Colón, el Sputnik de los rusos o los Apolo de la NASA. Así llega la especie a su actual calidad náutica híper híbrida: argonauto-cibernauta en un planeta donde formas anteriores de desplazamiento perduran.

En tanto en los *.pdf o las página web del universo Kleinrock permanecen activos los extensísimos e inexplorados territorios del ciberespacio, en los impresos no; a este les son ajenos, con él no tienen contacto. Esto posibilita activar esa exigencia de atención exclusiva, total y celosa que les es tan característica. Así, las páginas entregan sus secretos. Al leer forman, también, la disciplina del enfoque, de alcanzar metas, de vencer y apropiarse —crítica o empáticamente— los contenidos de un autor porque todo libro plantea una exigencia: ser vencido, llegar, sin saltos, al colofón. También da, como ningún otro medio, la visión temática total y, junto a ella, la posibilidad de esos magistrales apuntes al margen que validan al lector como contertulio y razonante; actos directos, no mediados, testimonios del establecimiento de vínculos mano-cerebro durante la lecto-escritura, recurso definitorio de la hominización, según los teóricos y científicos aún no controvertidos de los siglos diez y nueve y principios del veinte.

Al leer en dispositivos tecnológicos, continúan existiendo esos “otros” mundos y el entorno, hiperbolizados incluso, que al leer mediante libros resultan anulados, dejando solos al libro y al lector. Y ni siquiera al lector, referido genéricamente: al libro y a la individualidad cultural lectora.

Por individualidad cultural lectora indicamos la persona concreta que lee, interpreta, incorpora y emite contenidos a partir de un sub-sistema de saberes y paradigmas preestablecidos, irrepetibles a la vez que sociológica, cultural y biológicamente comunes, compartidos.

Así llegamos a la necesidad de indagar otras potencialidades librescas, incluyendo las referidas por reportes y estudios sobre la superioridad de la galaxia Gutemberg sobre el Universo Kleinrock en el aprendizaje. Tópicos de nuestras próximas entregas.

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