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PUNTO DE MIRA

Danilo es un enfermo de poder

Danilo Medina padece del Síndrome de Hibris, un trastorno que afecta a muchos de quienes ejercen el poder en cualquiera de sus formas. La última manifestación de tal alteración emocional es su intento de ser el presidente del PLD, un proyecto que su ambición dibuja como escalera rehabilitadora para volver al poder.

Dicen que el PLD nació con Juan Bosch, creció con Leonel Fernández y murió con Danilo Medina. Su ambición de perpetuarse fracturó la entidad hasta sus cimientos y generó su desalojo del poder, pero insiste en ser mandamás. Es una meta que antepone a su realidad de político jubilado por la Constitución.

Danilo sufre de una afección que lo hace verse como un imprescindible que es infalible, cuyo ego lo torna despótico, altanero y malagradecido. Entiende que todo se lo deben a él. Quiere tener el control absoluto de su entorno y el PLD, entidad desvencijada por sus derrotas electorales, será su escudo para defenderse de las imputaciones que se avecinan.

Este trastorno, el Síndrome de Hibris (SH), fue tratado por el médico neurólogo y político británico David Owen, quien expone que al llegar al poder “la experiencia se le sube a la cabeza y empieza a tratar a los demás, simples mortales corrientes, con desprecio y desdén, y llega a tener tanta fe en sus propias facultades que empieza a creerse capaz de cualquier cosa”.

El tema fue enfocado en reciente publicación del Journal of Neurology donde se dice que muchos políticos estudiados durante los últimos 100 años padecieron del SH y se mencionan, entre otros, a Margaret Thatcher, George W. Busch, Josef Stalin, Adolfo Hitler, Francisco Franco y muchos políticos latinoamericanos. Aquí tenemos a Trujillo, entre otros.

Se ha dicho que deben existir, como en todas las patologías mentales, predisponentes que al ponerse en contacto con el poder exacerban los síntomas y al manifestarse se realimentan, haciendo más dramática la situación. Danilo Medina en su paso por el poder desarrolló la enfermedad porque el poder actúa como una especie de droga que tiende a generar dependencia y adicción.

Ya sabemos en qué manos está el PLD.

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