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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Las lecciones de una derrota

Regularmente admiramos a políticos, artistas, deportistas, escritores y otras personas destacadas en diferentes ámbitos por sus premios y victorias alcanzadas a lo largo de sus carreras.

Nos sentimos deslumbrados cuando un cantante logra muchos premios y millones de discos vendidos, o si un deportista acumula numerosos trofeos, rompe récords o registra estadísticas impresionantes durante su trayectoria. Nos atraen mucho más los escritores que han sido merecedores de un premio Nobel de Literatura y cuyos libros se convierten en éxito de ventas.

Nadie suele admirar a los perdedores, siempre caen en el más cruel olvido. La derrota siempre ha sido asociada al fracaso, es la antítesis del éxito y del reconocimiento social que tantos buscan con pasión y múltiples sacrificios.

Quienes me conocen sabe que uno de mis atletas preferidos es el tenista español Rafael Nadal, a quien cariñosamente sus seguidores llaman Rafa.

Un tremendo competidor, ganador de 20 torneos grandes en el tenis –empatado en la cima con el suizo Roger Federer-, y con un impresionante registro de victorias en esa disciplina. Rafa nos tiene siempre acostumbrados a verle triunfar en diferentes escenarios de ese deporte.

Pero precisamente con un revés que sufrió el pasado miércoles en el torneo Abierto de Australia en cinco sets ante el griego Stefanos Tsitsipas, luego de estar arriba dos a cero, el balear nos deja una gran enseñanza de cómo asumir las derrotas.

Fue apenas la segunda vez que eso le ocurre en 225 encuentros en que ha tenido esa ventaja, pero lejos de buscar excusas por el inesperado traspié o achacárselo a una lesión que tuvo al principio del torneo, reconoció que falló en momentos clave y elogió a su rival que supo remontar y jugar mejor en el tramo final del partido.

"No ha sido suficiente esta vez. He tratado de luchar hasta el final, tuve buena actitud durante todo el partido y le doy todo el crédito a él, que subió mucho su nivel después de las dos primeras mangas. Cometí errores claros que no debí haber cometido, ahí pude ganar el partido", declaró el español al analizar su derrota.

Aunque se mostró triste por el resultado, en una rueda de prensa al final del partido dijo que la vida continúa, no hay dramas por el juego perdido y garantizó que seguirá luchando para generar situaciones y oportunidades como las de ese día.

Contrario a otros tenistas que durante partidos han roto raquetas, lanzado pelotas que han golpeado incluso a fanáticos y protagonizado otros berrinches, frustrados por su desempeño, Nadal siempre asume la responsabilidad de sus fracasos, sin atribuirla a deficiencias de los objetos que usa para competir.

“Mi familia nunca me hubiera permitido romper una raqueta. Para mí, romper una raqueta significaría no haber tenido el control de mis emociones", respondió Nadal sobre la educación que le dieron siendo niño para controlar esos impulsos cuando las cosas no le van bien sobre la cancha.

Una tremenda lección de cómo asumir las derrotas, hoy que tantos se desesperan cuando la vida no les sonríe, él éxito se dilata o ante el más insignificante contratiempo.

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