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Transparencia y truños

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Cristhian JiménezSanto Domingo

En la tradición dominicana la transparencia es rara especie que habita en la boca de políticos opositores y en peligro de extinción en la fauna oficialista.

Consignas y discursos, sobre todo en campañas electorales, ensordecedores de inocentes votantes para persuadirlos de las ventajas de que el ojo público fiscalizara las cuentas nacionales.

Se acumularon decepciones y descreimientos y la corrupción y la impunidad, montadas en la opacidad asumieron el control de la gerencia pública.

El hartazgo colectivo y una nueva militancia ciudadana, sin temores a mitos y ritos, tomó calles y plazas y dio un voto condicionado para que se concretara una gestión ética.

Luis Abinader fue el beneficiario de esa afanosa búsqueda, que no es cheque en blanco, para la vuelta a la decencia y sujetar la descontrolada administración pública a la Constitución y las leyes.

En Procuraduría, por ejemplo, se corrigió lo que estaba muy mal y se dispuso lo que nunca se había hecho: una titular independiente.

Solo de esta manera podíamos presenciar a los miembros de la Cámara de Cuentas bajo investigación por obstrucción de la justicia.

Además, se han eliminado “nominillas”, instituciones duplicadas e inoperantes y mejorado los sistemas de compras y contrataciones.

Carlos Pimentel quien orienta y fiscaliza las adquisiciones oficiales ha sometido expedientes sobre alegadas irregularidades al ministerio público.

Estos cambios han provocado que funcionarios de estreno, ya estén fuera del gobierno y algunos encauzados por supuesta corrupción.

Empero, los ciudadanos quieren y exigen más y el presidente Abinader lo percibe y actúa en consecuencia.

El público aplaude, pero algunos funcionarios amigos y dirigentes perremeístas, así como inversionistas de campañas electorales se preocupan y se “entruñan”.

Disposiciones recientes restringen viajes al exterior y obligan a reporte y devolución de viáticos y a partir de hoy se publicará mensualmente en la prensa y medios digitales las contrataciones y pagos del gobierno a suplidores y contratistas.

El proceso para “empezar a construir transparencia”, como dijo Milagros Ortiz Bosch, directora de Ética Gubernamental, registra el período del 1 al 31 de enero y abarca más de 10 mil transacciones con desembolsos por 13, 800 millones de pesos, 21 mil millones de dólares y 5 mil millones de euros.

La decisión apreciada como saludable por entidades civiles y medios de comunicación, ha generado soterradas críticas de actores de “la vieja política”.

En los pagos se revelan los “enganches” de empresarios de la política, de “pulpos” y “pulpitos” y se podría apreciar, dicen, controles o incidencias de empresas y comerciantes en determinadas áreas del Estado. Algunos podrían tomar la lista para identificar a deudores huidizos. “Ya le pagaron… ¡Llámalo!”, bromean sobre imaginarias situaciones.

Inconformes atribuyen varias de estas decisiones a un encantamiento del mandatario a figuras e instituciones de la sociedad civil y a un alegado sobredimensionamiento del impacto de lo que se vuelca o viraliza en las redes sociales.

Los más cercanos al perremeísmo, al ver desaparecer tradicionales oportunidades unen lamento con amenaza: “esto no va a pasar de cuatro años…”

Esta incomprensión sobre los cambios experimentados en el mundo y los cambios de paradigmas, podría generarle al presidente Abinader algunos ruidos, que se unan al magnificado reclamo de empleos para perremeístas y la presión para que sea más intensa la aplanadora oficial.

Empero, le gana adhesiones de los ciudadanos hartos de que cada cuatro años un país pobre para cientos de millonarios, de la intensa succión de la ubre estatal.

El día que un presidente tenga prácticamente que rogar acompañamiento en la administración, porque solo pueda ofrecer a un ciudadano el orgullo de servir a su país, habremos triunfado.

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