AGENDA SOCIAL
La recuperación global
Desde el mismo momento en que constatamos los efectos devastadores de la pandemia del COVID-19, solo una cosa estaba segura para toda la humanidad: la crisis sería amplia, devastadora y difícil de sortear. Pero no es la primera vez que el mundo se enfrenta a retos de gran envergadura, quizás este sea el momento de poner a prueba nuestras experiencias acumuladas, los avances tecnológicos en todas las áreas del conocimiento y la capacidad de responder de manera coordinada e interdependiente a una situación adversa verdaderamente global y simultánea.
En el contexto actual, la cooperación multilateral juega un papel determinante a la hora de definir las líneas generales del mundo post-pandemia. En el 2000, los países se reunieron para acordar la Declaración del Milenio, un compromiso firme para enfrentar las brechas sociales que nos había legado el mundo de la Guerra Fría.
Pasados quince años de ese ejercicio, los líderes mundiales volvieron a la mesa del debate en las Naciones Unidas para acordar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una hoja de ruta que comprende mejor las intersecciones donde se encuentran el desarrollo económico y el bienestar social. Pero ahora que ya vemos una luz al final del largo túnel de la crisis del coronavirus, es momento de revisar la hoja de ruta de los ODS y ajustar los objetivos para que generan una mayor cooperación entre los países, más solidaridad y coordinación.
También es el momento de abordar la necesaria reforma institucional de la Organización de las Naciones Unidas y de sus organismos. No habrá ninguna estrategia de coordinación efectiva entre los países si no se cuenta con instituciones capaces de velar por el fiel cumplimiento de los acuerdos alcanzados y que ajuste los objetivos y metas a la realidad de cada país. Corresponde a la ONU y a sus organismos asegurar el acceso equitativo de todos los países a los descubrimientos científicos, a las líneas de financiamiento y a las facilidades institucionales que se pongan en ejecución para superar los efectos de esta crisis.
América Latina debe solicitar, e incluso exigir si es necesario, que los organismos internacionales y los mecanismos de cooperación multilateral adopten medidas que sirvan para superar las brechas que se han profundizado por efecto del coronavirus. A diferencia de lo sucedido en otras crisis, el coronavirus no encontró a la región en un ciclo económico positivo ni en una posición fiscal privilegiada, por el contrario, aún no hemos apreciado en su justa dimensión el impacto económico y social de la pandemia.
Hoy en día corremos el riesgo de que los mercados y los países de renta alta, preocupados por su propio bienestar, alimentados por políticas e ideologías de corte nacionalista, enfocados en el proteccionismo económico y enfrascados en luchas por el liderazgo global, dediquen sus esfuerzos a la mejoría de sus países primero y generan brechas mayores entre los países ricos y lo más pobres.
En el Foro de Davos recién concluido, celebrado en formato virtual, se hizo mucho énfasis en que la estructura del nuevo mundo post-Covid sea pensada y construida con el concurso de todos los actores del globo terráqueo. Es un esfuerzo que solo se puede realizar desde la Organización de las Naciones Unidas, con una actitud de cooperación que deben impulsar los líderes mundiales, pensando en la prosperidad global primero.