Opinión

EN ESPECIAL

PLD entrampado

Cristhian JimenezSanto Domingo

En el Partido de la Libera­ción Dominica­na se angosta la democracia a la hora de elegir a los di­rigentes. Antes, se derribó la puerta, primarias abier­tas, para que los extraños definieran las candidaturas presidencial, congresuales y municipales.

Las bases peledeistas, co­mo las almohadillas en el beisbol, solo para pisarlas: no puede seleccionar a sus “líde­res” y en minoría a los postu­lados a puestos de elección.

Los simples militantes no sirven siquiera para validar posiciones dirigenciales.

Danilo Medina, expresi­dente y jefe partidario im­pone las reglas de juego y solo gusta transitar espacios reducidos, de fácil control.

El PLD requiere de mayor democracia, nuevos lide­razgos, distantes de los vin­culados a escándalos en el ejercicio del poder para po­sibilitar un relanzamiento de la organización.

Medina, lo piensa co­mo instrumento de defen­sa de él, familiares y alle­gados, vinculados a actos de corrupción, según las primeras investigaciones y acusaciones del ministerio público, ciudadanos y enti­dades civiles.

Reinaldo Pared Perez, expresidente del Senado anunció su renuncia a la secretaría general del PLD, después de unos 20 años en la posición, y adelantó que se quedaba en el Comité Central, dejando su espacio en el Comité Político.

El exmandatario, su gru­po y temerosos dirigentes que detentaron posiciones los 8 años de su administra­ción, alegando riesgos por la pandemia de Covid-19, impusieron reelegir a todos los miembros del Comité Central (que será ampliado a casi mil) y que éstos esco­jan a los integrantes del Co­mité Político. Solo los pre­sidentes de comité de base votarán por el CC.

“Ya la cúpula tiene identi­ficados a los que va a poyar con la “logística” para que salgan electos al Comité Cen­tral, todos los demás serán utilizados como tontos úti­les poniéndolos a gastar su tiempo y recursos para que legitimen el proceso”, posteó el jueves último José Laluz, miembro del CC y de la co­misión organizadora del con­greso peledeísta.

José Tomás Pérez, exse­cretario general peledeísta y quien adelantó no seguiría en el CP, planteó en un tui­ter que “no solo rompe con un derecho adquirido por las bases del partido, sino que le abre de nuevo las puertas a la vieja práctica del lobbismo y las componendas como mé­todo de ascenso político. ¡Re­piensen eso!”

Hay otras críticas de si­milar intensidad y otras so­lapadas de aspirantes que esperan la bendición de da­nilismo, que hablan de re­novación, pero que no se atreven a enfrentar la an­tidemocrática decisión de anular a las bases.

No se entiende el sonoro silencio de algunos que pre­sumían de libres pensadores y que se han limitado en los últimos años a validar deci­siones que allanaron el cami­no para la división y las de­rrotas electorales del PLD.

Apoyaron a Medina cuando en la campaña del 12 decía que no se repos­tularía, aunque la Constitu­ción se lo permitiera, pero levantaron las manos cuan­do éste sorprendió en Juan Dolio cambiando de posi­ción y accedieron a refor­mar la Carta Magna en un solo artículo. Firmaron un acuerdo de 15 puntos, pe­ro antes de los cuatro años se desdijeron, cuando hubo otro cambio de humor. El pacto hasta fue denunciado como un “atraco”.

El entonces mandatario alentó allegados a postular­se, pero nuevamente sor­prendió y los subalternos como buenos chicos respal­daron el invento de ocasión.

El PLD ya fuera del poder con una anquilosada y sumi­sa dirección, forzado a una renovación, cede nuevamen­te a los intereses y animosi­dades del nuevo jefe.

Quizás Medina, parecido a Balaguer en su versión de Ja­lisco, quiera llevarse al PLD con él o convertirlo en lo que derivó el PRD: achicamiento paulatino hasta morir…

¿Se animarán reales y avergonzados dolientes?

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