FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO
Se orinó en la sala
Cuando realizaba prácticas en un tribunal de la sala del Palacio de Justicia, durante mis años de preparación en la carrera de Derecho, presencié un caso que se me quedó grabado para siempre. El juez, cuyo rostro reflejaba total insensibilidad hacia la dignidad humana, llamó a un joven para interrogarlo.
El muchacho procedía de un barrio y estaba acusado de uno de esos actos de tigueraje típicos de sectores de escasos recursos, donde la astucia y la codicia tienen más peso que la honradez. A pesar de que, en su barrio, al joven lo veían como un Matatán, su fama aquí no le sirvió de nada. El interrogatorio fue inhumano y con una prepotencia propia de quien está convencido de tener el poder absoluto. En buen dominicano, el juez se lo comió vivo y le dio un sermón que de evangélico no tenía nada. Desde las primeras palabras del juez, el joven entró en un estado de pánico tal, que sucedió el acto vergonzoso que da título a este artículo.
Muchos de los abogados, con décadas de experiencia en el ejercicio de sus funciones, salieron horrorizados, haciendo comentarios negativos sobre el trato despiadado de este juez. Ni el más cruel malhechor debe ser tratado de manera tan brutal, hay una pizca de respeto que nunca se debe perder.
Y es que en la vida muchos se creen amos y señores, con derecho a abusar de los más débiles, refugiándose en un título o una posición social. No se percatan de que la forma de tratar a los demás se revierte de una u otra manera sobre nosotros mismos.
El tiempo de navidad que acabamos de vivir, nos recuerda ver a los demás con un mayor sentido de humanidad, lo cual nos acerca al ideal del respeto que establecen nuestras leyes, sobre todo el artículo 37 de la Constitución sobre el derecho a la vida.
Espero que esta experiencia nos ayude a esforzarnos por ser mensajeros de paz y respeto, independientemente de cuál sea nuestro estatus social. Recuerda siempre la 1ra carta de Pedro que dice: “Revístanse de humildad hacia los demás, porque Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”