Opinión

Pasado y futuro del asalto al Capitolio

Lo único realmente sorprendente de lo ocurrido el miércoles en el Congreso, es que todo el mundo sabía lo que ocurriría, y nadie hizo nada por impedirlo.

La imagen de un grupo de hombres uniformados y armados ocupando el Congreso de los Estados Unidos, no sorprendió a ningún latinoamericano que pasa de cuatro décadas.

Lo extraño fue que “solo” mataron cinco, no tomaron presos a los congresistas, ni retuvieron el poder para “salvar la democracia”. Uniformados latinoamericanos, obedeciendo a Washington, demostraron ser más eficientes. Nuestros guardias tomaban palacios y congresos, mataban líderes, a cientos de sus seguidores, encarcelaban miles; el resto se quedaba oscilando entre la incontinencia urinaria y la diarrea.

Lo que el presidente Donald Trump intentó contra Joe Biden, es tan reprochable como lo que Richard Nixon perpetró contra Salvador Allende en Chile. Y lo que otros presidentes estadounidenses hicieron en toda Latinoamérica.

Para desviar la atención de esta realidad, el liderazgo político llega hasta a negar un aspecto central en la historia estadounidense.

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