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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El 2020 tuvo la dentera

En el antiguo Israel, Jehová le hace referencia al profeta Ezequiel de un refrán que se hizo popular entre los habitantes: “Los padres comieron las uvas agrias y los hijos tienen la dentera”. Se refieren a esa incómoda sensación en los dientes y encías al comer sustancias ácidas, oír sonidos chirriantes o tocar ciertos cuerpos.

Era la manera de los judíos quejarse por entender que Dios estaba castigando a los hijos por los pecados que habían cometido sus padres. Pero también fue la forma que encontraron los vástagos para justificarse por sus propios desmanes, atribuyendo la culpa de su desgracia al pasado de pecados de sus progenitores.

El pasaje bíblico lo traigo en esta oportunidad a colación porque escuché a tantas personas insultar, maldecir y anhelar por la rápida partida de un año 2020 extremadamente difícil para la humanidad debido a la crisis económica y sanitaria provocada por el nuevo coronavirus Covid-19.

Y si se fijan en el nombre dado a la letal enfermedad es Covid-19 no Covid-20, pues en diciembre de 2019 fue cuando se detectaron los primeros casos del virus en la ciudad Wuhan de la provincia Hubei, en China.

Cierto que la expansión del coronavirus se produjo durante todo el 2020, con las secuelas de pánico, confinamiento, mortandad y crisis económica que perdurarán quizás por un buen tiempo del tan anhelado 2021, sin que nadie pueda imaginarse qué le podría deparar este nuevo año a la humanidad.

Por eso considero un ejercicio tan inútil despotricar contra un año que no tuvo nada que ver con las actitudes irresponsabilidades de seres humanos que se trazan su propio destino e incluso terminan incidiendo en el de los demás.

Ni padres ni hijos en el antiguo Israel estaban dispuestos a reconocer sus propias faltas y, por eso, el designio de Dios por medio del profeta Ezequiel fue que cada cual a partir de ese instante debía responder por sus actos.

En diferentes aspectos de nuestras vidas con frecuencia asumimos esa misma actitud: Culpar a los demás por las consecuencias de nuestros yerros.

Es la forma más adecuada de evadir responsabilidades, justificarnos ante nuestros superiores en el ámbito laboral, frente al maestro por no entregar una práctica a tiempo, por llegar tarde a una cita y por no observar incluso las restricciones que eviten tantos contagios por el virus que inició en 2019, se expandió en el tan odiado 2020 y es probable que lo tengamos a lo largo de nuestras vidas como un mal endémico.

Querer que otros padezcan la dentera que ocasionamos sería una manera de incumplir con el rol que tenemos asignado como integrantes de una familia y de una sociedad que amerita que midamos cada paso que damos para evitar que nuestro accionar termine contaminando nuestra propia existencia y la ajena.

Así que no culpe y maldiga al 2020 por la desgracia que creó el propio ser humano con su actitud irresponsable. Su único pecado ha sido llevar la desagradable dentera por las uvas agrias que se engulleron en el 2019.

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