COLABORACIÓN
La muerte es también maestra de vida
Uno de estos primeros días de diciembre me comunicaron que un íntimo amigo había acabado de morir, el hecho me llevó a pensar, la muerte es también maestra de vida y, como nos recordaba el domingo 1 de noviembre el Papa Francisco, no estamos solos en este arduo y apasionante camino. Los santos y los beatos son los testigos más autorizados de la esperanza cristiana, porque la han vivido plenamente en su existencia, también, como nosotros, entre alegrías y sufrimientos. Basta pensar en la inagotable variedad de dones e historias concretas que se dan entre los santos, que la Iglesia ha reconocido a lo largo de los siglos.
Pensé también que todos estamos llamados a la santidad y a ser, en ese camino, mansos y humildes de corazón, como proclama el Evangelio de las Bienaventuranzas, en un estilo de vida que, en tantas ocasiones, nuestra mentalidad mundana no sabe apreciar, Los mansos y humildes de corazón son, en cambio, preciosos a los ojos de Dios, que, en cumplimiento de su promesa, les da en herencia la tierra prometida, que no es otra que la vida eterna.