DOSSIER DIPLOMÁTICO
Diplomacia: marco esencial

En el ámbito de la actividad diplomática actual, “los intereses económicos” se erigen como uno de los elementos centrales, situándose al mismo nivel e incluso, en frecuentes circunstancias, superando en importancia a objetivos que históricamente han caracterizado a la denominada “diplomacia convencional”.
En esa perspectiva, el fundamental propósito de los Estados de poder contar con una apropiada y competitiva presencia internacional demanda una política exterior de largo plazo, tal como sostiene C. Barco, a través de la cual el país pueda obtener una óptima proyección de su imagen y prestigio, procurándose que esta sea tan atractiva como digna y confiable. Lo que evidentemente exige contar con agentes diplomáticos, (y en general con un servicio exterior), a la altura de ese nivel de responsabilidad, que sean capaces de afrontar eficientemente tanto las imprescindibles labores de salvaguarda y promoción que les corresponden, como realizar los respectivos análisis y las opiniones técnicas en sus informes. Además de llevar a cabo el cabildeo (“lobby”) y las negociaciones de diverso carácter, asimismo para el desarrollo y aplicación de los acuerdos (frecuentemente comerciales). Todo ello, parte ineludible del ejercicio del diplomático profesional.
Conforme a requerimientos actuales, el diplomático debe tener una formación multidisciplinaria (teórica y práctica), con preminencia en disciplinas de carácter económico y comercial, de forma que le permita un apropiado y eficaz desempeño en su gestión, en el marco de los derechos y deberes que le corresponden como tal. Estos últimos se establecen “fundamentalmente en el ámbito del Derecho internacional”. Asimismo se les requiere pleno dominio de las técnicas de negociación y destreza en su ejecución. Entre otros conocimientos vinculados a este ejercicio, como la geopolítica.
La diplomacia implica “habilidades que deben cultivarse” y que requieren la acumulación de una “bien fundamentada” experiencia que garantice la eficacia en este quehacer. Inequívocamente, el fortalecimiento de la Carrera Diplomática resulta esencial en el propósito de construir una efectiva política exterior, que pueda abordar con la eficiencia que amerita “la diversidad, la amplitud y la especificidad de la agenda internacional”.
Actualmente las relaciones multilaterales se redimensionan requiriendo una atención eminentemente profesional; y en las “clásicas” relaciones bilaterales, entre las responsabilidades que corresponden a sus ejecutores, existe la “tendencia a derivar sus acciones hacia la conformación de bloques regionales”.
Debe insistirse en la efectiva implementación y desarrollo de la “diplomacia económica y comercial”. Esta modalidad de ejecución de la diplomacia básicamente se propone obtener objetivos económicos por medios diplomáticos (J. Rossell). El propósito de la diplomacia comercial, sostiene Antonio Patriota es “la creación de condiciones y prospección de oportunidades para que el comercio internacional sirva al proyecto de desarrollo del país”.
Procede precisar, finalmente, que al diplomático contemporáneo, conforme a la bien fundamentada formación que debe recibir, se le requiere ser un excelente negociador; un analista político (que incluye seguridad y defensa) y económico (comercial y financiero); un promotor comercial y de canalización de la inversión extranjera y de captación de la cooperación internacional hacia su país. Igualmente, tiene que ser un agente de protección de los intereses del propio Estado y de sus nacionales y de promoción de la imagen e identidad de su país, del que tiene que ser un genuino representante.