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Democracia en AL y EE.UU. (1)

La democracia es una vieja aspi­ración política de las socieda­des humanas. Un proyecto en permanen­te construcción que avanza o debe avanzar en la medi­da que cada sociedad evolu­ciona, cambia y se reinventa al ritmo de sus procesos pro­ductivos. Ninguna es perfec­ta y quizás nunca logremos la perfección de este modelo de Estado llamado a involu­crar a todos los ciudadanos para su gestión, cuestión que resulta materialmente impo­sible, por lo cual ha debido organizarse para estructurar esquemas de representación que, junto a grupos de pre­sión, medios de comunica­ción y organizaciones no gu­bernamentales, han servido para el necesario equilibrio que la fortalece.

La democracia ateniense de Clístines o Solón fue un balbuceo, un intento de in­corporación a la sociedad en la toma de decisiones del Es­tado para acabar con la auto­cracia o la aristocracia, pero resultaba que la participación no tenía carácter universal, en razón de que la naturale­za del modo de producción ponía limitaciones al modelo que daría un salto cuantitati­vo tras La Revolución France­sa, un avance que solo se al­canzó en materia de libertad y no de igualdad, el otro pilar que debe dar sustento a una plataforma auténticamente democrática, pero que tam­poco era posible en razón de que el capitalismo es la nega­ción de la igualdad.

El siglo XX fue un escena­rio marcado por movimien­tos que reclamaban derechos civiles y políticos que deriva­rían posteriormente en dere­chos económicos. Los prime­ros avanzaron en lo relativo a la participación de la mujer, de los iletrados y ciertas mino­rías en los procesos electorales en calidad de votantes, y lue­go en calidad de elegibles, un gran avance en lo relativo a la llamada democracia electo­ral, que no así en lo atinente a la democracia social y econó­mica que aún domina la agen­da de los países en vías de de­sarrollo y que se comienzan a incorporar a la de países desa­rrollados que han retrocedido en materia de distribución de las riquezas creando grandes brechas entre ricos y pobres, lo que se expresa en falta de oportunidades, exclusiones en materia de salud, educación y empleo, signos de degrada­ción de los modelos democrá­ticos.

Un ejemplo de esto es el es­cenario preelectoral y poste­lectoral en los Estados Unidos, una consecuencia de la degra­dación de la democracia ob­servada desde las medidas tributarias y económicas to­madas durante la era de Ro­nald Reagan para favorecer el gran capital bajo el argumen­to de que una menor carga pa­ra los grandes empresarios se traduciría en mayor beneficios para ellos, lo que provocaría aquel efecto derrame que al­canzaría a toda la población; o desde aquellas reformas es­tructurales cargadas de flexi­bilizaciones o desregulaciones que comenzaron a desmontar conquistas sociales en el marco de un Estado que debía estar ausente para dejar que el mer­cado resolviera de manera má­gica o natural las distorsiones que pudieran presentarse.

La crisis en curso a raíz del debate electoral es una con­secuencia del deterioro de la democracia económica y so­cial, que no de la electoral, pues resulta que situaciones parecidas, con denuncias de fraudes o fraudes reales co­mo ocurrió en las elecciones del 1960 y 2000, el silencio, por el sentido de cuerpo de una sociedad cohesionada, resolvió sin mayores sobre­saltos aquellos inconveni.

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