Planificar la flexibilización
Los dos sectores que antagonizan sobre coyunturales soluciones al encierro covidiano tienen poderosos argumentos.
El gobierno tiene la responsabilidad constitucional de la salud colectiva y medianos y pequeños sectores productivos la necesidad de la subsistencia.
En otro litoral el hartazgo colectivo por las prolongadas restricciones, con preocupantes manifestaciones de rebeldías y, también, el cansancio de militares y policías irrespetados y algunos con abusivas reacciones violentas.
El peso de la tradición y las necesidades espirituales de reunirse, abrazarse y prodigarse afectos juegan en contra de la responsabilidad oficial de control social que evite aumento de los contagios del Covid-19.
Hay que agregar en el cóctel a extraviados y oportunistas que apuestan al caos y pretender desnaturalizar lugares ya convertidos en altares de la lucha ciudadana.
Desde hace semanas he sugerido la flexibilización con rigurosas consecuencias para los transgresores de protocolos que se determinen para el período navideño.
La disminución del toque de queda y la autorización para controladas actividades festivas, con estrictas regulaciones.
Esto es, que el gobierno asume el riesgo de rebrotes, solo si hay un compromiso sólido de los sectores y personas beneficiarios, con la advertencia consignada en blanco y negro, de ante una violación mínima se dispondría cierre por todo el período y procesamiento judicial.
La simple apertura sería una irresponsabilidad absoluta, pero el mantenimiento de una cerrada postura de la autoridad oficial, podría llevarnos a la posibilidad peligrosos desbordamientos, quebrantamientos del orden.
Asumo que las posiciones del presidente Abinader y del ministro de Salud (cayó muy mal la sugerencia de cambiar la cena navideña por almuerzo), como el primer movimiento táctico de negociadores que se colocan en un extremo.
Lo peor que pudiera ocurrir, aunque lo primero es la vida, es que una autoridad sea quebrada a fuerza de realidad en calles, barrios y ciudades.
Para que se pueda ejecutar lo que planteo hay retrasos de varios días, ya que implica apretar las restricciones 14 días, ciclo del virus, antes del inicio de las fiestas navideñas. “Peinar” con aumento de pruebas las grandes ciudades, enfatizar distanciamiento para una fuerte disminución de positividad y letalidad y lograr un cuadro sanitario que pueda resistir posibles retrocesos.
Algo parecido inició Inglaterra al despuntar noviembre para cuatro semanas, aunque la realidad europea es distinta, con recrudecimiento de contagios y aumentos de muertos al bajar las temperaturas por proximidad de la llegada del invierno.
Se precisa de esa planificación, y el tiempo se acorta para establecer acuerdos, programas, compromisos y protocolos con los interesados y las autoridades que estarían involucradas.
El trabajo no es sencillo e implica grandes despliegues de recursos económicos y humanos.
Mi temor es que de repente un huracanado viento azote las redes y el gobierno, entonces improvise medidas de apertura que aumenten desproporcionadamente los riegos de contagios y muertes en el país.
También que las autoridades sin un programa, cuidadosamente preparado de flexibilización y control, por puro populismo “sorprendan” con un “regalo navideño” a los dominicanos con levantamiento de toque de queda los días 24, 25 , 30 y 31 de diciembre y uno de enero.
Son nueve meses de encierro y de serios daños a la economía, sobre todo de los que viven del comercio informal, del día a día. Los planes oficiales de apoyo a estos sectores y a trabajadores han sido insuficientes.
Hay una grave situación anímica y del bolsillo, y con muchas ausencias repentinas de seres queridos por causa de la pandemia.
¿Se puede aliviar este estado de ánimo y mejorar la situación económica, les dolorendis exerum dolupiendit electio necerferia cus.