SODEO
Casos de Román y de Claudio
Desde el poder y con el control de todo, el PLD y el gobierno anterior hicieron lo que les vino en gana con la mayoría que manejaban y que muchas veces usaran para cometer múltiples atropellos y tropelías en perjuicio de la democracia y la propia institucionalidad del país. Mal podían esperar los morados que, desbancados del poder político y señalado por distintos hechos todavía en espera de castigo, que ahora con la minoría bulliciosa que le acompaña puedan marcar pauta en el accionar de los órganos públicos, como en la escogencia del presidente y demás miembros de una nueva Junta Central Electoral.
Si algo bueno ocurrió con el nuevo equipo escogido, con el magistrado Román Jáquez a la cabeza, es que el liderazgo político y el Senado se propusieron -y cumplieron- seleccionar personas que no estuvieran abiertamente comprometidas con intereses partidarios.
En esto último, hay que darle su crédito al presidente Abinader, que metió todo el brazo (pese a Hipólito y Olivares de por medio) para que lo prometido en ese sentido se cumpliera y fuera quien le sugiriera al doctor Leonel Fernández a Román Jáquez para presidir el órgano electoral. El PLD, con cuatro votos, no iba a poner a nadie, pero se fue al extremo y propuso a Olivares solo con miras a meter una cuña entre Luis e Hipólito. Y quiso pasar factura o desacreditar a Román, al que dé inicio puso por bueno en el TSE, solo porque el órgano colegiado que presidía dictaminó que a Leonel le asistía el derecho a ser candidato y ordenó a la JCE inscribirlo.
Ese, y el no recibir órdenes ni aceptar presiones de ministros influyentes, fue el pecado de Jáquez para que el PLD liderado por Danilo no lo quisiera ni en el TSE ni ahora en la JCE y que, en un momento, le quitaran la seguridad asignada en plena calle y dejaran sin dinero a la institución que encabezaba.
Demostró valor, dignidad y marcó distancia, que es buena garantía si se topara con otras pruebas difíciles en el futuro. En nota aparte y muy lastimosa, el PRM jugó con iniquidad y cartas equivocadas al dejar fuera de la diputación que le correspondía al joven Claudio Caamaño. Lo democrático y lo legitimo era llenar la vacante que dejo Josefa, que cubrió la cuota de género al ir a la Superintendencia de Seguros, con quien quedo en segundo lugar. Por Claudio y no por la que pusieron de dedo fue por quien votó el elector, al que le violaron su voluntad. El PRM no escuchó a doña Milagros, ni a los distintos sectores sociales que apoyaban a Claudio. Y se olvidó de las palabras del héroe de abril del 65, Francis Caamaño:” Ningún poder es legítimo, si no es otorgado por el pueblo”.