ORLANDO DICE
Dará para orquídeas
Las orquídeas pasarán, aun cuando el ministro de Educación y Pinocho sean personajes de la misma ralea. Por el largo de la nariz los conoceréis.
Las orquídeas –sin embargo– no debieran quedar como una anécdota más de la política criolla, pues de chulería en chulería su ejercicio se hace indigno.
Fuera una licitación de la anterior gestión o de la actual, esa compra era indebida. Tantos malos hábitos que se denunciaron en campaña y nunca el lujo de las oficinas.
No se pensó entonces que fuera impropio exhibir flores naturales, y menos de esa calidad, sin importar su alto precio.
Las orquídeas fueron dichosas, pues nadie se atrevió a tocar ninguno de sus pétalos, y si no se les eliminó de los renglones de compra, fue porque se compartió el buen gusto.
El cambio ufano declamó desde su llegada: Todo te lo consiento menos discriminar u olvidar las orquídeas. El suplidor debe ser –piensa uno– de rango superior.
Los estrategas debieran poner atención al suceso, pues no solo hubo cambio de gobierno, sino también de ánimo.
La gente tiene la epidermis muy sensible, y con cualquier situación se irrita. La piel de cocodrilo se agotó, y los dispendios no es material de memes.
Ahora reacciones, emplazamientos, y conviene salir a tiempo antes que se produzcan cosas mayores. Se vio con el relajito de la oficina de la directora de Comunicaciones.
La espontaneidad hay que dejarla en la casa, o en la calle, y los chistes no se pueden improvisar. Hay que pensarlos, ensayarlos, y considerar el posible fastidio de la clase media.
No es que el gobierno sea adusto, pero tampoco alegre, o pensar en fiesta cuando la circunstancia es de duelo. ¿Cómo vaciar los bolsillos del contribuyente si hay dinero para comprar orquídeas o remodelar oficinas?
Lo de que “con mis cuartos” no resuelve, pues de lo que se trata es de ser frugal, si como indebidamente se dice el país está quebrado.
Antes que decorar con orquídeas, el loable gesto del ministro Macarrulla de donar su sueldo. Una demagogia bonita.