VIVENCIAS
Stefan Zweig, entre la esperanza y la fe
Una fecha fatídica 23 de febrero de 1942, Stefan Zweig elige morir recurriendo al suicidio, olvidando que la vida es un don tan grande y lleno de posibilidades que debe ser apreciada como un gran tesoro, como al efecto lo era por su talento para escribir representando sus ideas, expresando sus pensamientos y emociones.
Zweig navegó en la última etapa de su vida entre los entresijos de la esperanza y la fe, sin darse cuenta, que la misma naturaleza ha dotado al hombre de un fuerte instinto para no perderla: el instinto de conservación.
Viktor E. Frankl escribe que el “hombre aun en una situación desesperada y siendo víctima indefensa puede voltear este dilema hacia el éxito y llegar a convertir la tragedia en un triunfo, porque la medida del hombre es la manera en que se levanta más allá de la desgracia” (El hombre en busca del sentido último, Buenos Aires: Paidós, 1999, p. 162).
La fe y la esperanza conlleva paciencia algo que Zweig no tuvo si pensamos que el 30 de abril de 1945 Adolf Hitler se suicida poniendo fin a un imperio (Reich) del terror. Careció de la fe necesaria, que es la convicción a la cual nos asimos para obtener lo que esperamos, siendo la convicción de que algo que no existe ocurrirá. Le faltó, la esperanza que es el aliento que nos sostiene cuando algo está casi perdido o nos ha lastimado profundamente. Y por supuesto, estuvo ausente el amor, como medio en que se desarrolla la fe y adorna la esperanza.