ORLANDO DICE
Los agobios de antes
Los partidos sufren de todos los agobios, menos del económico. El Estado que con todo incumple no falla en la entrega del situado: fondo millonario para su mejor desempeño.
A eso debe agregarse que la inversión en campaña es un negocio productivo, y por los informes oficiales, vía Junta Central Electoral, el dinero recién corrió como nunca.
A manos llenas diría el pregón.
Basta con saber o recordar que la oposición gastó más que el oficialismo, y ese hecho tan extraordinario debe ser responsable. O de que una ganara o el otro perdiera.
Sin embargo, no siempre fue así. Leyendo el último libro de Cándido Gerón: Peña Gómez, una vida dedicada a la democracia, no solo se conoce el origen de sus ideas o se contrastan con el pensamiento dominante. Datos interesantes, y posiblemente inéditos, de un Peña Gómez que estudiaba a San Agustín, uno de los más fecundos padres de la Iglesia.
Aunque ese no es el punto que interesa. En las cartas de Juan Bosch al que fuera su discípulo más aventajado en una época, e incluidas en el tomo, figura en un primer plano los apremios económicos del PRD de entonces.
En que 500 dólares eran una suma fabulosa y 100 pesos sacaban de un apuro, no a un dirigente, sino al partido en su conjunto.
Rascaban sin uñas entre piedras y no encontraban agua.
Los envíos de Nueva York, que ahora sería la diáspora, salvaban en ocasiones. O la solidaridad de la colindancia extranjera.
No debe sorprender que pasado el tiempo, fuera Peña Gómez quien trajera de sus viajes y participación en reuniones de la Internacional Socialista, la modalidad de financiamiento público de los partidos.
La que rige ahora, aunque en estos día sea una práctica aberrante, degenerada, pues aunque los fines parecen los mismos, aprovecha a bolsillos particulares.
Cualquiera (en todos los sentidos posibles de la palabra) funda un partido, sabiendo como sabe que por ley le llegarán recursos del Presupuesto.
Ya Gloria Martín no canta, pero pudiera hacerlo: “Así, que fácil es”.