Apostasía
La negación de lo obvio, ambición desproporcionada y actitud facciosa han normado su comportamiento político. Al llegar al gobierno sumó el convencimiento de que el poder y el dinero doblegan todas las voluntades y actuó en consecuencia provocando el envilecimiento de Partido de la Liberación Dominicana y de un amplio sector del liderazgo nacional.
Ahora, Danilo Medina, cual Sabina caribeño lo niega todo, y reparte culpas por doquiera e incluso imputa a sus víctimas sus errores y horrores, como el uso del dinero como principal instrumento político en las primarias y la campaña electoral para las municipales y luego presidenciales y congresuales.
Medina rehusó su derrota en las elecciones del año 2,000 (solo alcanzó desde el gobierno 24.94% contra 49.87% de Hipólito Mejía) hasta que Balaguer, al negarse a apoyar la aventura de una segunda vuelta, le remarcó que la voluntad popular había decidido un camino.
En 2007, un Medina que había dispuesto los cargos del funcionariado al regreso de Leonel Fernández en 2004 y definido la mayoría de las candidaturas congresuales y municipales del PLD en 2006, promovió un triunfo 70-30 en las internas, pero ante la rotunda derrota, en absoluta negación, gritó: me derrotó el Estado.
En esa contienda, Medina insistió en el daño que haría la reelección al PLD y al país, insistiendo en la debilidad institucional de República Dominicana, discurso que olvidó el 19 de abril del 20016 cuando sorprendió a sus compañeros con la noticia de que quería reelegirse y que había que reformar la Constitución, para satisfacer su deseo. Se impuso y sus adversarios, entonces él utilizando el Estado, transaron con un acuerdo de los 15 puntos, que fue desconocido casi en su totalidad, y que con miras al proceso del 2020, el mandatario quiso deshacer en lo relativo a la restricción a repostularse nuevamente, despropósito frenado después de muchos esfuerzos, con la llamada pompeana.
Otra vez en negación, en discurso al país Danilo se presentó como víctima, alentado por opiniones pagadas. En vez de apoyar a uno de sus seguidores, que pese a las señales aceptaron nuevamente asumir proyectos presidenciales, introdujo un cuerpo extraño al grupo, empresario leal, en uso del ministerio de Obras públicas, sin condiciones políticas, a quien finalmente hizo ganador de unas “encuestas”. Completó su obra, al imponerlo en las primarias, provocando la salida del presidente del PLD y la división de la organización.
Cuando el trastorno lleva al descalabro en las elecciones municipales Medina culpa a la Junta Central Electoral y a los “señoritos” que no supieron defender con valor el voto en los centros electorales y cuando el PLD el 5 de julio es arrasado en las presidenciales y congresuales, reparte culpas, defiende a su Comité Político, al cual introdujo a su hermanita y sus principales colaboradores y hasta asistentes de los asistentes, y vuelve a ofender a la dirigencia media y de base, señalándola como corrompida, solo activada por el dinero.
Contrario a echarse a un lado para permitir una revisión profunda, Medina y su grupo, tratan de controlar las comisiones de trabajo y los temas de discusión, para evitar su responsabilidad por el desastre y acallar las voces que reclaman un Congreso partidario que realmente pueda honrar a José Joaquín Bidó Medina, y que el uso de su nombre no sea postura oportunista para espantar los demonios de la corrupción y el abandono de los principios que el abogado y exrector de la primada de América, defendió desde la fundación de la organización.
Los apóstatas no pueden, comenzando por el jubilado, burlar a todos nuevamente. (¿Y Temo? ¿Sigue como presidente?)