ORLANDO DICE

El necio del camino

Podría decirse que la gente es necia, pero igual reconsiderar y afirmar que a la gen­te la hacen necia. En política, por ejemplo.

El candidato, el presidente electo sabía que la demanda de empleos de parte de sus se­guidores era una crónica anunciada.

16 años que se iban en suspiros no podía llenar a unos compañeros que tienen el hambre entre los huesos, pues les quitan la mesa en el aperitivo y nunca llegan al postre.

Incluso hubo notaciones de que se adelantaban al pro­blema anunciando una comisión encargada de satisfacer a los perremeístas.

Y como no sería a lo loco, sino con orden, se repartieron unos formularios que llenados era como ponerse en fila. El resultado más que penoso, un engaño, y nada peor que engañar a un desesperado.

Ahora el gobierno se declara desbordado, el presidente dice que no se trata de un botín y los altos cargos manifies­tan su fastidio.

Anjá, camarón, quiere que tu congénere se duerma pa­ra que se lo lleve la corriente. Que se arrodille en el mo­mento de los abrazos en la misa.

La situación que se veía venir pudo desmontarse en la transición, haciendo conciencia de la imposibilidad de las nuevas autoridades de disponer de todos los puestos pú­blicos.

La carrera administrativa era una excusa, pero si no la respetaron con los embajadores ¿por qué con las posicio­nes menores?

Faltó comunicación política, estrategia para apearse del tigre que come, y ahora se tiene el cuarto lleno de agua y no se tiene a mano aparato de oxígeno para respirar.

La cuestión es clara, y no se quiere entender. Un compa­ñero empleado no puede pedir al que está halando bióxi­do por un tubo, que se aguante.

Tal vez el PRM o el régimen necesiten de la asesoría del PLD, pues este supo desde el 1996 como pagar para no matar, y más tarde hacer de los bonos un valium.

El presidente con sus viajes a los pueblos se expone. Lo recibirán con la banda de música, pero también con un or­feón pidiendo empleos.

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