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OTEANDO

Epístola al maestro Pedro Balbuena

Jamás imaginaste que el mío era un "mundillo" infinitésimo, que cabía en tu universo gnoseológico dejando espacio para todas las cosmogonías y teogonías habidas y por haber. Te ocurrió porque, aun siendo tanto, por humano, dejaste abierta la brecha de la fe que, al final, se traduciría en la kerkaporta de tus desilusiones. No había que ser tan confiado, ¡oh maestro! ¿Cómo no se te ocurrió -mientras oteabas en el vasto horizonte de tu episteme- pensar el fenómeno de la ilusión óptica como posible causa de esa engañosa apariencia que te hizo creerme digno de tus enseñanzas, que lidiabas con una hechura autodidáctica, a quien la infancia negó toda suerte de entrenamiento en el pensamiento complejo, habiéndose ejercitado solo en un aprendizaje lineal en el marco de un método nemotécnico?

Para mí eran cuestiones supuestamente resueltas en tu fuero interno. Y hasta me llegué a creer que, siendo así, el telos de tu magisterio, cuando se detuvo en el árido territorio de mi ignorancia, fue acaso seducido por la pasión que lo inspira y, por qué no, por esa tendencia ínsita de los seres humanos a fomentar el bien. Pero nuestra última conversación dejó en mi una sensación de insuficiencia que me confunde en la elección de un posible camino hacia el cual reconducir mis ambiciones epistemológicas. Me hizo sentir mi ignorancia en su desnudez más cruel y, sobre todo, evocar a Hipócrates con aquello de Ars longa vita brevis (el arte es largo, pero la vida es breve).

Olvidaste, querido maestro, que mi benévola cigüeña, queriendo proveerme de un lugar donde puntualmente pudiese desarrollar las aptitudes que traía conmigo, pretendió llevarme a un país nórdico. Empecinada en eso, resultó errante en su propósito de tomar un atajo provechoso, sumándose a ello que mi peso neonatal fue de diez libras y media, lo que terminó obligándola, una vez cansado su pico, a dejarme caer precisamente aquí donde, hace apenas un lustro, en pleno siglo XXI, ocupábamos el lugar 146 dentro de los 148 países con peor calidad en la educación. ¡Era como para pensarlo maestro! ¿Qué esperabas, magia, clarividencia o acaso genio? ¿Debo volver al lugar de donde vine, al origen de todo esto, o, acaso ir hacia adelante y solo concebir como kármicas las indeseadas experiencias causantes de tu decepción? No lo sé maestro. Son "calladas tus maneras". Lo siento, "no soy tanto".

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