POLÍTICA Y CULTURA
¡Golosinas y una carabina para El Gordo Oviedo!
Ahora que te vas, que te fuiste, José Ernesto Oviedo Landestoy, yo pido para ti, golosinas y una carabina. Las necesitarás, provisiones para un largo viaje al infinito, y una carabina para disparar a las alimañas y los búhos grises del firmamento. Como en abril, mirando las constelaciones sobre las noches rebeldes, oscuras y plomizas, donde el poeta Juan José Ayuso, vio a Jacques Viau cruzar el firmamento, montado en una estrella, abriendo un surco claro para que el sueño cupiera.
Ahora que te vas, recuerdo cuando te conocí, fue una tarde adolescente y temprana de junio, en San Juan Bosco, marchando junto a una pléyade de jóvenes “verde y negro”, para rendir homenaje a la raza inmortal de los héroes de junio de 1959. Han sido muchos ciclos, mucho vivir para vivir apegado a una llama, a un candelabro de ideas mariposeando la calzada, colindante al jardín de yedras y a las cenizas enamoradas del Altar de la Patria. Ahora llegó la parca tan increíble y taimada que habíamos pensado que no te alcanzaría, a ti, expositor lúcido, en ese aprendizaje constante, en ese adaptarte a las circunstancias, interpretando cada coyuntura, oficiando valores en el análisis, articulando documentaciones, insertándote con espíritu crítico a las nuevas tecnologías, a la mudanza de hábitos del entorno social, con ese cúmulo de informaciones sobre el ámbito internacional. La ciudad pequeña, las tertulias alegres, tu caminar inconfundible, el eje festivo de tus vínculos con los jóvenes, tu conexión con los temas de la coyuntura, el feliz contacto con las noches tempranas del baile y la cumbanchera, el abrazo solidario, hicieron de ti, Gordo, una estampa, un símbolo suscrito en recodos y tabiques coloniales, recuperando la alegría de vivir sobre el lomo de la nostalgia, y de aquello irremediablemente perdido, esa estrella fugaz de patrias liberadas.
Tus exposiciones en el campus universitario, al pie de las Facultades Académicas en aquellos tramos confusos de la lucha ideológica, fueron proverbiales.
Tu correteo por París con los jóvenes de Mayo de 1968, tomando “el cielo por asalto”, tus andanzas, tu vivir modesto, tu ejemplo de amigo sin cortapisas, la ardorosa defensa de tus ideas, capaz de convivir en la discrepancia, todo ese sentido de humanidad, que fue tu vida entera de muchacho grande. Caramba Gordo, ¿sabes una cosa? No parece que te has ido, tu silueta desanda por las rendijas coloniales, a veces nos sale tu figura como una aparición inusitada, esa energía que pernocta en el corazón, y entonces quisiéramos reiniciar los temas donde lo dejamos la última vez. Discutíamos, diferíamos, y luego salvábamos lo esencial, esa cuota humana de afabilidad, de lazos creados en otro tiempo que no se pueden soslayar, que están cementados en el afecto entrañable.
Aprovecha para saludar a los amigos idos, y dile a Vitico, que organice una bohemia en los linderos del cielo, que se oiga “casita de noche” entre bachatas y boleros.
Tu último pedimento de que yo escribiera tu despedida, lo acabo de cumplir al pie de la letra, amigo mío.