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UMBRAL

Confusa horizontalidad mediática

Una prime­ra plana con despliegue informativo a dos, tres o cuatro columnas puede ser el resultado del interés de la dirección de un medio de comunicación partiendo de las prioridades de sus edi­tores, siempre definida por una línea editorial que pu­diera estar orientada hacia el moldeo de la opinión pú­blica con respecto a un te­ma concreto, pero puede ser también que esté deter­minada por el interés del público en una informa­ción específica de la que, in­tuye el periodista, el lector demanda de detalles que, yendo más allá del clásico esquema de “quién, cómo, cuándo y dónde”, se con­vierta en historia seductora.

La lucha por la lectoría juega un papel determinan­te en los titilares y, cuando esta lucha alcanza dimen­siones de batalla campal permanente, algunos se en­redan en la dinámica del amarillismo; un periodis­mo que, más que amarillo es carmesí, cuando se de­canta por especializarse en temas relacionados con el crimen; rosa, si las plumas se desenvuelven en el mudo del espectáculo; y gris, si la orientación es hacia los te­mas políticos, financieros o científicos. En fin, las técni­cas son un enredo entre el marketing, para la venta del medio noticioso, y las infor­maciones que, al ser instru­mentos y no fin, carecen de objetividad.

Los medios de comu­nicación tradicionales de mayor prestigio en nuestro país, junto a algunos de ca­rácter alternativos que se han ganado el respeto del público, alcanzaron el nivel de confianza de que disfru­tan por la seriedad con que gestionan la práctica perio­dística, haciendo acopio de informaciones con vocación noticiosa de fuentes confia­bles, cumpliendo la verifica­ción y abriendo sus espacios al debate plural de las ideas aun cuando muchas de és­tas no coincidan con la línea editorial del medio, hecho que define el carácter de­mocrático del universo de las empresas dedicadas al periodismo independiente.

Este tipo de periodismo choca con una suerte de es­quemas comunicacionales definidos como indepen­dientes, pero que tienen co­mo fin oculto la imposición de un punto de vista, por lo general asociado a intere­ses políticos o económicos (muy mezclados), que fi­nancian su ejercicio desde estructuras gubernamenta­les clandestinas o encubier­tas a través de entramados publicitarios que sirven pa­ra cooptar comunicadores, que no siempre periodistas, ante la carencia de portavo­ces eficientes que puedan “vender” de forma creíble las bondades de la adminis­tración que representan y sortear de manera adecua­da los inevitables desacier­tos administrativos.

La “horizontalización” de la comunicación prohi­jada y asistidas por platafor­mas digitales abiertas que no jerarquizan las informa­ciones y no disponen de lí­nea editorial definida, son en apariencia, espacios más democráticos y plurales, pe­ro ocurre que con su proli­feración se descubre que en realidad son una verdadera amenaza a la información veraz, pues como no hay ningún rigor periodístico, son canales para la pues­ta en circulación de todo tipo “historias” creadas o colocadas sin ser veri­ficadas, generando todo un universo que mezcla mentiras y medias men­tiras, verdades y medias verdades que suscitan en el ciudadano variadas de reacciones.

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