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El Covid 19 en mi diario vivir

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José Peralta MichelSanto Domingo

Ante la barbarie de comportamiento e irrespeto a la pandemia que oprime a la humanidad, me he sentido impelido, finalizando mi novena década, a escribir la siguiente reflexión, que quisiera llegase a los corazones de muchos dominicanos.

El coronavirus denominado Covid 19, ¿llegó para quedarse igual que otros conocidos? Naturalmente, no lo sabemos. Mientras tanto, seguiremos esperando que los científicos en la materia elaboren y nos ofrezcan la vacuna ideal. De lo que no hay dudas, y lo confirman los técnicos, es que la pandemia con todos los males que acarrea, permanecerá durante todo el año 2020, y quizás, indeterminados meses del siguiente 2021.

Así las cosas, los dominicanos sin excepción, deberíamos ponerle seria y definitiva atención a las diarias recomendaciones que para evitar la transmisión del coronavirus emiten los organismos responsables; no obstante, vemos con asombro, el irrespeto y la ignorancia de núcleos diversos de la ciudadanía que violentan las disposiciones dictadas para su resguardo y salvación.

Desconcertado leemos en la prensa internacional, que también en países desarrollados son incontables las gentes que están en calles, plazas y playas sin resguardo, exponiéndose y retando la pandemia, como si expresaran en nuestro argot popular “na e na”. Y tenemos un novísimo ejemplo: El actual campeón mundial del tenis, el legendario Novak Djokovic, organizó en Serbia, su país, un corto torneo de tenis en el presente mes de junio de 2020, invitando a reconocidos atletas del tenis mundial, y en las reglas del evento obvió y rechazó todas las disposiciones antivirus. Resultado: el breve torneo fue suspendido a mitad de camino porque Djokovic y su esposa, otros cuatro tenistas invitados y dos o tres entrenadores contrajeron el COVID 19. Lamentable error.

En lo que concierne a quien escribe, he tomado las medidas requeridas y normales. Que no significan nada extraordinario, sino las referentes a nuestra edad, que rebasa en muchos años la edad del retiro, lo que en el mismo sentido, deberían considerar los ciudadanos de todas las edades, cumpliendo así con sus respectivas responsabilidades.

¿Cuáles han sido esas medidas que he puesto en práctica en esta inesperada temporada, no de béisbol, sino de crisis? Bueno, en primer lugar, no he cambiado la hora de iniciar la mañana. A las siete y media o antes, ya estoy listo para la jornada cotidiana, aunque hay raras veces que quedo sorprendido. En lo adelante, degusto el café mientras leo el primer periódico; concluida su lectura hago un paréntesis para un frugal desayuno, y a seguidas, vuelvo a la lectura de las informaciones de los dos diarios en espera.

Al terminar, paso a leer los titulares de 4 o 5 periódicos digitales extranjeros; y, ya enterado de las informaciones y noticias del país y del mundo, el resto de la mañana me pertenece, es de mi exclusiva propiedad, y entonces me dedico a la lectura de un libro o a escribir pausadamente.

Ocasionalmente sorprendido, llego al mediodía, y de manera natural entro en el paréntesis que demanda el momento. A veces, decido cocinar determinada carne o pasta a mi estilo, entonces, el pantry-cocina se convierte en mi hábitat temporal. Rebosa mi corazón de felicidad cuando algunos de mis hijos o nietos, me acompañan en este lapso de placentera diversidad.

De dos y media a tres de la tarde, vuelvo a la computadora y al libro. Y a partir de las cinco, es el tiempo de descanso, ejercicio de pedales y de ducha.

No puedo continuar sin contarles este detalle. En la panorámica precedente realizo breves y para mí lógicos cortes o interrupciones para comunicarme vía telefónica con familiares y amigos, esencial y vital encuentro en la distancia, estableciendo así reciprocidad en la relación.

Naturalmente pueden ocurrir otros paréntesis independientes de mí.

Al atardecer, alrededor de las siete, regreso refrescante a la pequeña área del hogar que hemos denominado “el estudio”, pero en esta ocasión, nos dedicamos a escuchar y ver noticias y programas de actualidad nacional, y aunque usted amigo lector no lo crea: Mi costumbre es desde años viejos irme a la cama alrededor de las nueve de la noche.

Para concluir con el relato sobre el discurrir de mi vida en la pandemia, quiero contarles finalmente, dos ocasiones de mi personal satisfacción. Una es del domingo, cuando invitado por Patria y José Ramón, mis hijos mayores, y desde más o menos la una de la tarde, junto a mis nietos José y Raúl y sus respectivas cónyuges, disfruto en su casa sus exquisitas atenciones; la otra, es en nuestro llamado estudio, sábado y domingo en la noche, al escuchar con deleite, conciertos de los grandes clásicos de la música.

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