Santo Domingo 24°C/26°C few clouds

Suscribete

Romeo y Julieta

A finales de los años 60 del pasado siglo, llegó a Cuba, en voz de la joven Karina, un registro comercial de letra innovadora.

Fue un éxito discográfico y, en poco tiempo, alcanzó índices de venta impresionantes.

Con independencia de su arreglo orquestal, su letra proponía una realidad amatoria para la juventud de aquellos años a partir del idílico romance de “Los amantes de Verona”.

Se trataba de una adaptación al español de un tema alemán con letra del compositor Hans Bradke. La versión de la joven intérprete española contó con arreglos y dirección de la orquesta de Miguel Ramos.

Algunas partes de su letra resultan inolvidables para una generación cuestionadora de la inoperancia de aquel tipo de pasión medieval:

“No, no somos ni Romeo ni Julieta/ actores de un romance sin final,/ no, no somos ni Romeo ni Julieta,/ ni estamos en la Italia medieval”:

“No, nosotros no tenemos que enfrentarnos,/ con nadie que se oponga a nuestro amor,/ pues, pues todo es diferente en nuestros días,/ y hoy brilla el sol radiante de esplendor”.

“A veces yo siento miedo/ al ver mi felicidad,/ será porque yo te quiero, de verdad./ Más pienso que nuestra dicha/ no debe acabar jamás/ en tanto que nos queramos/ siempre igual”.

La canción tiene su historia igual que la memorable obra teatral de William Shakespeare.

La he recordado por puro chauvinismo.

Mi generación practicaba el amor obsequiando flores, poemas y letras de canciones, sin exponerse al sacrificio humano. Entonces era difícil llegar a una mujer con un simple ojo clínico y los bolsillos repletos de piedras preciosas. Era imprescindible compartir libros, la recitación de versos memorables, los ramos de flores y música romántica. Palabras claves como labia, y emociones como sentimiento y buen gusto conquistaban a una fémina. El poema veinte de Pablo de Neruda todavía era un himno para el arrullo argumental. Como también lo fueron los temas comerciales de Roberto Carlos, Los Fórmula Cinco, José José y el malogrado quinteto cubano Los Zafiros, entre muchos otros.

La popular cantante española Karina en los años 60 del pasado siglo.

Hoy, estas añoranzas pudieran resultar ridículas para la mayoría de los jóvenes que desechan la importancia de los detalles en las conquistas amorosas.

Mi amigo José me envía a mi washapt las canciones románticas cubanas. Tiene mi edad, su esposa dominicana, y sus hijos lo han llenado de nietos alegres que aspiran a ser como su abuelo. En cierta ocasión, me relató sus amoríos en un campo cibaeño. Como ella era aficionada a la buena música, él primero procuró un reproductor portátil e iba a su casa con sus hermanas con el pretexto de escuchar temas eternos. Después, consiguió un pequeño radio con temas para su amada. Aquel gesto la deslumbró y fue así como, poco a poco, ella fue accediendo a sus reclamos hasta concluir el acto matrimonial que hoy cumple más de 40 años.

La contrahistoria de aquel hechizo me pertenece. A los 26 años decidí formar una familia, pero la elección de mi otra mitad no fue lo suficiente pensada. Tanto de ella hacia mí como de mí hacia ella. En ocho meses de relación, nuestros gustos, miradas y preferencias no lucían afinidad y mucho lamente la llegada del día de la boda.

Estaba convencido que lo nuestro no iba a funcionar. Un buen amigo que haría las veces de chofer me fue a buscar aquella tarde inolvidable. Durante el viaje le conté mi historia y le pedí que me llevara lo más lejos posible del Palacio de los Matrimonios de Centro Habana: había decidido abandonar el proyecto matrimonial.

El hombre me escuchó con atención. Después de algunas vueltas por La Habana, detuvo el auto, me miró a los ojos y me dijo algo que nunca podré olvidar:

-No vas a arruinarle la vida a esa mujer que te está esperando, vestida de novia, desde hace más de dos horas, cuando eres tú quien debías estar esperando por ella. Tienes que ir, casarte hoy, y si no te conviene, te divorcias mañana y se acabó todo. Pero hoy te casas, por las buenas o por las malas.

Firmé los papeles en el Registro Civil, pero ignoré la voz de la amistad. Al siguiente día, en lugar del divorcio, paseaba junto a ella por las arenas de Varadero.

Ese tal vez sea otro final para el retablo de variantes de Romeo y Julieta, en el capítulo de amores equivocados. Los humanos tenemos todavía un corazón dentro del pecho.

Ahora las flores, canciones y libros de poemas son iconoclastas. No estamos en la Italia medieval, pero tampoco en La Habana de los sesenta. Este tiempo ya no nos pertenece, ni a mi amigo José, ni a la española Karina que luce sus canas sin ningún pudor. Sin embargo, Romeo y Julieta siguen vivos. Y Shakespeare también.

Tags relacionados