FE Y ACONTECER
Yo los aliviaré…
XIV Domingo del Tiempo Ordinario 5 de julio de 2020 – Ciclo A
a) De la profecía de Zacarías 9, 9-10.
Estos versos hacen pensar en los Cantos del Siervo de Yahveh del profeta Isaías, pues contienen el anuncio del Mesías humilde: “Alégrate, hija de Sión… mira a tu rey que viene a ti, justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno…”. Con esta asombrosa sencillez se sintetiza un cúmulo de profecías mesiánicas, pero hay algo que llama la atención, Zacarías identifica al rey con los “anawim” (los pobres de Yahveh) y lo anuncia cabalgando sobre un asno, y se hace difícil comprender el triunfo de ese rey que es presentado de forma tan extraña. Siglos más tarde, Jesús de Nazaret, entrará en Jerusalén como lo presenta este profeta y, a excepción de unos niños y de algunos “humildes”, de los suyos, nadie entenderá aquel gesto, realizador de las profecías y más elocuente que cualquier otra palabra. Aquel nazareno era el Mesías y al mismo tiempo el Siervo Paciente de Yahveh, que de esa manera iniciaba la etapa final de su vida.
b) De la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 9, 11-13.
San Pablo utiliza la palabra “carne” para referirse a la naturaleza humana sujeta a las tendencias pecaminosas. Y “espíritu” describe la fuerza de la vida nueva del hombre liberado, redimido y ya desde ahora resucitado en el bautismo con Cristo por el mismo Espíritu que resucitó a Jesús, que nos purifica y nos salva. La antítesis “carne” y “espíritu”, es empleada para diferenciar al ser humano que vive alejado de los demás y el que vive guiado por el poder del Espíritu. La carne conduce a la muerte y el espíritu a la vida eterna en Cristo.
c) Del Evangelio de San Mateo 11, 25-30.
En este evangelio, Jesús expresa una plegaria de acción de gracias a Dios por su manifestación a los sencillos: “Te doy gracias, Padre… porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor” (vv.25-26). Su anuncio sobre el Reino, el amor del Padre y su plan de salvación, sobre la paternidad de Dios y la fraternidad no se comprende por vía de la sabiduría humana sino por revelación de Dios que se concede a la gente sencilla y se niega a los sabios y autosuficientes. Además, Cristo invita a la liberación y al descanso: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré” (vv. 27-30). Esta llamada podría parecer la alternativa de Jesús en contraposición al yugo insoportable con que los escribas y fariseos cargaban sobre los hombros de la gente y cómo aplicaban la Ley, pero, además, cansados y agobiados son todos los que sufren en la vida por cualquier razón. El yugo de Cristo es llevadero y su carga es ligera. Según Jesús, para comprender el misterio de Dios, la gente sencilla tiene ventaja. Los creyentes del pueblo sencillo son capaces de captar la trascendencia de Dios. El cristiano accede por la fe a una sabiduría superior que es el conocimiento de Dios. Toda la experiencia religiosa de la fe cristiana pasa por Cristo que es el revelador del Padre y el camino hacia Él, quien siendo Dios se humilló hasta la muerte por amor al hombre.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.