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FE Y ACONTECER

Yo los aliviaré…

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Cardenal Nicolás de Jesús López RodríguezSanto Domingo

XIV Domingo del Tiempo Ordinario 5 de julio de 2020 – Ciclo A

a) De la profecía de Zacarías 9, 9-10.

Estos versos hacen pensar en los Can­tos del Siervo de Yahveh del pro­feta Isaías, pues contienen el anuncio del Me­sías humilde: “Alégrate, hija de Sión… mira a tu rey que vie­ne a ti, justo y victorioso, mo­desto y cabalgando en un as­no…”. Con esta asombrosa sencillez se sintetiza un cúmu­lo de profecías mesiánicas, pe­ro hay algo que llama la aten­ción, Zacarías identifica al rey con los “anawim” (los pobres de Yahveh) y lo anuncia cabal­gando sobre un asno, y se ha­ce difícil comprender el triun­fo de ese rey que es presentado de forma tan extraña. Siglos más tarde, Jesús de Nazaret, entrará en Jerusalén como lo presenta este profeta y, a ex­cepción de unos niños y de al­gunos “humildes”, de los su­yos, nadie entenderá aquel gesto, realizador de las profe­cías y más elocuente que cual­quier otra palabra. Aquel naza­reno era el Mesías y al mismo tiempo el Siervo Paciente de Yahveh, que de esa manera ini­ciaba la etapa final de su vida.

b) De la carta del Após­tol San Pablo a los Ro­manos 8, 9, 11-13.

San Pablo utiliza la palabra “carne” para referirse a la naturaleza humana sujeta a las tendencias pecaminosas. Y “espíritu” describe la fuer­za de la vida nueva del hom­bre liberado, redimido y ya desde ahora resucitado en el bautismo con Cristo por el mismo Espíritu que resuci­tó a Jesús, que nos purifica y nos salva. La antítesis “carne” y “espíritu”, es empleada pa­ra diferenciar al ser humano que vive alejado de los demás y el que vive guiado por el poder del Espíritu. La carne conduce a la muerte y el espí­ritu a la vida eterna en Cristo.

c) Del Evangelio de San Mateo 11, 25-30.

En este evangelio, Jesús ex­presa una plegaria de acción de gracias a Dios por su ma­nifestación a los sencillos: “Te doy gracias, Padre… por­que has escondido estas co­sas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor” (vv.25-26). Su anuncio sobre el Reino, el amor del Padre y su plan de salvación, sobre la pater­nidad de Dios y la fraterni­dad no se comprende por vía de la sabiduría humana sino por revelación de Dios que se concede a la gente sencilla y se niega a los sabios y autosu­ficientes. Además, Cristo in­vita a la liberación y al des­canso: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobia­dos, y yo los aliviaré” (vv. 27-30). Esta llamada podría pa­recer la alternativa de Jesús en contraposición al yugo in­soportable con que los escri­bas y fariseos cargaban so­bre los hombros de la gente y cómo aplicaban la Ley, pero, además, cansados y agobia­dos son todos los que sufren en la vida por cualquier ra­zón. El yugo de Cristo es lle­vadero y su carga es ligera. Según Jesús, para compren­der el misterio de Dios, la gente sencilla tiene venta­ja. Los creyentes del pueblo sencillo son capaces de cap­tar la trascendencia de Dios. El cristiano accede por la fe a una sabiduría superior que es el conocimiento de Dios. To­da la experiencia religiosa de la fe cristiana pasa por Cristo que es el revelador del Padre y el camino hacia Él, quien siendo Dios se humilló hasta la muerte por amor al hom­bre.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuen­tes de la Palabra.

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